viernes, 16 de mayo de 2014

Dia 96 - Rascarse el culo

Estimado lector, si aún no se fue espantado por el título, por favor quédese. Necesito contarle algo que me atormenta desde siempre.
Desde niño, o mejor dicho desde bebé, mientras los rubicundos angelitos se exploraban los pitos, a mi familia le llamó la atención que en lugar de franelearme mi diminuto pene me rascara mi gordo culito.A esa edad todo es gracia y entendido como una suerte de explorar el cuerpo mientras los parientes tejen chistes y se mofan a espaldas de nuestra inocencia. Cuando fui creciendo, la manía por rascarme el culo no disminuyó en absoluto. Tardes enteras me pasé con una mano impulsando un autito a fricción y con la mano libre rascando y rascando como si a un pequeño pulpo le hubiesen puesto una cortina de jean frente a su caverna. Mis padres comenzaron a preocuparse. Mi mamá sacó quien sabe de donde un jabon que tenía una inscripción en un lado: Sarnol. Y me lavó y exfolió mi culo incesantemente hasta que los brazos de costurera no le dieron más, y con el último aliento me cagó a chirlos hasta hacerme llorar al grito de "sucio de mierda!" , frase que segun entiendo, describiría a los rebordes de mi culo. Mi papá en cambio, no se si por sabio o por vago, se encomendó a la ciencia y me llevó a lo de doña Adelaida a curarme los parásitos. Recuerdo que puso unas hebras de hilo en un plato con agua, le agregó una gotita de detergente que rompiendo la tensión superficial hizo que los hilos busque expandir la distancia que los separaba buscando los bordes del plato. "Tiene parásitos!!!" gritó doña Adelaida y se persignó cinco veces antes de recetarle unos yuyos que vendía su marido en la puerta de la casa, pero si le dabas un atado de pall mall te regalaba lo que necesites. Ni el Sarnol ni los yuyos ni la medicina tradicional lograron curarme, pero cuando tomé la comunión , descubrí los pantalones de sarga y fue un alivio temporal.
Cuando ya era adolescente, aprendí a disimular mi tormento buscando soledad y escondites, generando esta suerte de joven aislado y retraído cuyo fantasma me persigue hasta hoy. Cuando me encerraba largos cuartos de hora en el baño a rascarme a diestra y siniestra, mi viejo lo confundía con onanismo comun y corriente y se hacía el complice cuando salía mientras me hacía la habitual seña de la paja cn la mano derecha . Patetico. Yo insistía que había cagado mucho (me valía para ello de soretes falsos hechos de higienico mojado que arrojaba en secuencia acompañado de un sordo mugido). Mi vieja le decía en voz baja a mi viejo "se va a descalcificar!!! primero los parásitos, ahora esto...que sigue?? ehhh?? contestame y deja de hacer "eso" con la mano"...Era una película de Fellini.
Al irme a vivir solo, mi vicio despuntó su apogeo. Solía pasarme días en la ventana recostado contra una cortina que ocultaba mi mano activa, mientras con la pasiva sostenía la lata de cerveza o el mate, segun la hora del día. Esto me consumió casi 15 Kg ya que comía lo justo, indispensable y lo que no hubiese necesidad de cortar con un cuchillo. Toqué fondo cuando las pocas jovenes que atraídas por mi solitaria y misteriosa vida decidían pasar la noche conmigo y a la mañana huian de mí y mi inmundo hábito. Llegué a pagar a prostitutas caras, esas que te dan latigazos y te orinan, para que me rasquen durante un turno. Como mi fetiche no entraba en ningun esquema, las jodidas se aprovechaban y me cobraban cualquier cosa. Claro, las putas la pueden chupar, ponersela en el orto, en cualquier lado, pisarte la espalda, insultarte o atarte si es requerido, pero rascar el culo del cliente es algo selecto y que no cualquier acompañante está dispuesta a hacer.
Fue mas barato ir a terapia.
Con el correr de los años, el analista (vaya destino) me convenció que si yo era feliz y si encontraba con quien compartir esta actividad politicamente incorrecta pero 100% legal, iba a pasarla bien e iba a poner el foco en otras cosas. Me busqué actividades para dos manos (leer, cocinar, escribir en la compu, etc) y dejé de usar calsoncillos y compré un buen talco berreta.
Desde entonces lo controlo, hago lo que puedo bah. Traté de contactar a mas gente que padezca como yo esta dolencia, no por consagrar el adagio que dice "mal de muchos..." sino por ver que hacían por superarlo, y si juntábamos un grupo, hacer un encuentro u organizar jornadas o hasta un centro de ayuda.
No sé si perdí la sensibilidad, me curé un poco o son las actividades, pero ya no me rasco el culo como antes.
Estoy seriamente pensando en comprarme un perro.