martes, 1 de diciembre de 2015

Peluqueros, carniceros e ingenieros.

Arnaldo Ibarra era uno de los peluqueros de mi ciudad. Si bien en los '70 no había muchos peluqueros de profesión, Ibarra era un referente obligado y cobraba caro.
Una tarde entró un hombre de traje con un niño de la mano riendo acaloradamente de una imitación de José María Muñoz. Cuando todos lo miraron pidió disculpas y se presentó "Buenas tardes. Soy el ingeniero Palazzolo.Permiso" y se sentó en un rincón cercano al revistero. El clima siguió como siempre, charlas de personajes, comentarios acerca de las noticias de la radio y fuertes cruces entre los clientes por el poster de Boca Jr campeon 1970. Los rituales cotideanos se interrumpían cada vez que se perdía la señal de la radio o entraba algún cliente a preguntar si había lugar para uno más o volvía en otro momento.
Así pasó la tarde hasta que le llegó el turno al ingeniero Palazzolo. Se sentó con el diario La Razón abierto en la sección de economía y finanzas comentando en voz alta lo que lo indignaba la situación del país y el mundo en general.
"Media americana" le indicó al peluquero "Y un poco de tinte en el bigote, que tengo una reunión mañana y tengo que quedar bien ¿Me entiende?". Ibarra le cortó el pelo y muy prolijo le puso glostora logrando un brilloso tono azabache. Con un pincelito en miniatura le coloreó los bigotes y patillas dejando al ingeniero Palazzolo con el porte de un prócer. Causaba mucha impresión el resultado, se encontraban ante un hombre poderoso en su mejor momento. Le pasó una ancha pinceleta y completó su trabajo con una tijerita diminuta con la que cortó uno a uno los pelos de las orejas y nariz.
Palazzolo se miró varias veces al espejo con cara de insatisfacción, pero finalmente soltó un bufido y comentó "Está bien Ibarra, está bien. Lo felicito por el trabajo. Cortemelé al pibe a la romana que me cruzo a comprar cigarrillos y vuelvo a terminar la charla acerca de economía y a contarle unas ideas que se me ocurrieron para mejorar el negocio de la peluquería...¿Tiene cambio para los cigarrillos? Salí sin sencillo, no se preocupe, le pago todo junto." Ibarra presto, sacó del cajón de la recaudación dos billetes marrones y se los dió a Palazzolo quien le agradeció y se cruzó al quiosco de enfrente.
Ibarra acomodó al niño en el sillón y le cortó el pelo tal cual le indicara Palazzolo que estaba tardando un poco más de la cuenta. "Supongo que no encontró los cigarros que fuma y se fue a la otra cuadra, por eso debe tardar..." pensó Ibarra mientras terminaba de cortar el pelo al niño. Cuando finalizó, lo ayudó a bajar del sillón y se fue al rincón del revistero a hojear una revistas El Gráfico.
La tarde transcurría y en algún momento la ausencia de Palazzolo le colmó la paciencia y le preguntó al niño "Che nene, ¿no sabés si tu papá va a tardar mucho?"
"No sé" dijo el niño "¿en qué va a tardar mucho?"
"¡En volver nene! ¡Hace como una hora que se fue! ¿Qué fue a hacer? ¿A comprar o a fabricar los cigarrillos?" le dijo Ibarra medio en serio y medio jorobandolo al pibe.
El nene lo miraba en silencio arrugando la frente como si le hablaran en chino mandarín.
"¡Tu papá nene! ¡El ingeniero Palazzolo! ¿Te agarró amnesia te agarró?" se impacientó Ibarra.
"¿El ingeniero? Mi papá es el carnicero de la esquina. No conozco a ningún ingeniero" dijo el nene.
"¿Y PALAZZOLO?¿El hombre que entró con vos?¿Quien es?"
"¡Que se yo! Yo estaba jugando en la esquina y me dio unos caramelos y me dijo que lo acompañe a cortarse el pelo. Me preguntó de que cuadro era y empezó a hacer como el de la radio. Bueno, me  voy yendo que es tarde. ¿Me puedo ir?"
Ibarra sentía ganas de agarrar a patadas en el culo al nene pero se ve que tambien era victima del engaño.Como estaba se cruzó al quiosco de enfrente y preguntó si habían visto a Palazzolo. Obviamente el qiosquero no tenía idea de que le hablaba Ibarra.
Entró deshecho a la peluquería y le dijo al pibe "Andá nene, andá. Tu viejo debe estar preocupado, andá." y cuando salió el pibe se desplomó en el sillón pensando como lo había cagado Palazzolo.
Terminó el turno y pasó por la carnicería a ver como estaba el pibe, si había llegado ya que era tarde. Lo interceptó el carnicero diciendo "Ibarra viejo, justo me agarraste cerrando, ya iba para la peluquería. ¿Te dejó el pedido Palazzolo?"
"¿Qué pedido?" le dijo mirándolo extrañado.
Despues de un silencio el carnicero rompió "¡Qué hijo de mil puta! ¡Me recagó! ¡Me dijo que iba a tu peluquería a pedir cambio para pagar dos kilos de lomo que se llevó! Ya iba a buscarlo...¿Cerraste Ibarra?"
"Si hombre, venía a preguntarte si llegó bien tu pibe. A mí me garcó un corte de pelo y plata para los puchos que me pidió con el verso del cambio." le explicó a grosso modo Ibarra.
"¿Qué pibe?" le cortó en seco el carnicero"Yo no tengo pibes, soy soltero."
Lejos de allí, el ingeniero Palazzolo se iba a su casa con su hijo, los dos kilos de lomo y los Parliament negros sin filtro en el colectivo urbano.