domingo, 24 de abril de 2016

El patio en otoño

Hace más o menos dos semanas de perra lluvia que no para de caer. Las hojas de la enredadera taparon el patio, literalmente.
Recién hace un ratito paró un poco y mi mujer barrió todo lo que pudo y embolsó la mugre recuperando el patio en casi su totalidad. Estaba cansada por el esfuerzo y luego de un relajante baño se fue a la ventana de la cocina y mirando el patio su cara se desarmó en un gesto triste. Me acerqué a ver que pasaba y el viento había tapado nuevamente el piso volviendo inútil el trabajo de una tarde.
La abracé y le dije "Fijate flaca, el patio vendría a ser como la mente de un ser humano. Las hojas serían las ideas, los pensamientos. Mirá allá, esas ideas chiquitas y secas son las más movedizas pero las que duran menos, el viento, que vendría a ser como el tiempo, se las lleva en un santiamén. Hay otras hojas más pesadas y grandes que tardan en caer pero si lo hacen se quedan mucho más tiempo en el patio. Vendrían a ser grandes ideas maduras y que habitan la mente por más tiempo. Pero fijate bien aquellas de allá, son pocas, pero tienen el color de las maduras y la humedad de las frescas y se adhieren al patio moificándolo casi para siempre. Se pegan con tal fuerza que es imposible que el viento o el agua las saque. Esas son las ideas que van formando nuestro carácter e identidad, son casi perennes y dejan una huella profunda ¿Viste?"
La flaca miró el patio largamente, me miró fijo y me dijo "¡Por qué no te vas a la puta que te parió!"