Mentir no tendría tan mala prensa si
no fuera por lo que opinan los demás acerca de nosotros. Si no nos
afectara lo que piensan los otros, la mentira ni siquiera tendría
razón de ser. Lo primero que tendría que pasar, es que sintamos
algo por los demás. Ahí empieza el verdadero engaño, creer y
creernos que los demás nos importan algo, lo suficiente como para
tener que componer una historia falsa para tener a quien engañar y
subestimar. Cuando ya creemos que los demás pueden llegar a ser
dañados con nuestras verdades, tenemos que empezar a crear nuestro
mundo de encubrimientos. La primer mentira suele ser una pequeña
distorsión de la realidad que por lo general es una desviación de
los hechos en favor nuestro o en perjuicio de otro u otros. Como
nuestra inteligencia, es más limitada de lo que creemos, tenemos que
nivelar hacia abajo y empezar la red de confusiones. Se siembran
muchos datos falsos que inducen dudas sobre los hechos periféricos
para realzar la supuesta veracidad de nuestra versión. Obviamente va
a haber preguntas, siempre las hay. Si no hay ninguna duda, significa
que nuestra mentira es aceptada pero nunca creída. En ese caso hay
que tirar un dato absurdo, como un electroshock a la credibilidad,
cosa de despertar a nuestro interlocutor. En ese caso hay que tener
una batería de respuestas resfirmantes del embuste original. Si hay
dudas, hay que dejar fluir como si uno fuese un puente, siempre
mirando por encima de la media de la escucha. Cuando se agotan las
preguntas, empiezan las reafirmaciones del bolazo. Una y mil
refutaciones, contradicciones y afirmaciones van a conducir a nuestra
víctima hacia la trampa. De esa manera vamos a tener el mundo en
nuestras manos querido lector. Yo se que en el fondo no le estoy
revelando nada nuevo, ni si quiera creo que haya aprendido algo hasta
acá, pero tenga en cuenta que, cada vez que se mira al espejo, una
de las dos figuras es un andamiaje de palabras sin sentido que sólo
tienen por función reafirmar aquello que nunca vamos a ser, en tanto
el reflejo es auténtico, real, irrefutable.
Por eso, querido lector, Alicia sigue
eligiendo siempre el lado del espejo, a diferencia suyo que elige el
autoengaño y la complacencia ajena.
Siga así que vamos bárbaro.