martes, 4 de noviembre de 2014

Día 29 - ¡Mentiras!


Mentir no tendría tan mala prensa si no fuera por lo que opinan los demás acerca de nosotros. Si no nos afectara lo que piensan los otros, la mentira ni siquiera tendría razón de ser. Lo primero que tendría que pasar, es que sintamos algo por los demás. Ahí empieza el verdadero engaño, creer y creernos que los demás nos importan algo, lo suficiente como para tener que componer una historia falsa para tener a quien engañar y subestimar. Cuando ya creemos que los demás pueden llegar a ser dañados con nuestras verdades, tenemos que empezar a crear nuestro mundo de encubrimientos. La primer mentira suele ser una pequeña distorsión de la realidad que por lo general es una desviación de los hechos en favor nuestro o en perjuicio de otro u otros. Como nuestra inteligencia, es más limitada de lo que creemos, tenemos que nivelar hacia abajo y empezar la red de confusiones. Se siembran muchos datos falsos que inducen dudas sobre los hechos periféricos para realzar la supuesta veracidad de nuestra versión. Obviamente va a haber preguntas, siempre las hay. Si no hay ninguna duda, significa que nuestra mentira es aceptada pero nunca creída. En ese caso hay que tirar un dato absurdo, como un electroshock a la credibilidad, cosa de despertar a nuestro interlocutor. En ese caso hay que tener una batería de respuestas resfirmantes del embuste original. Si hay dudas, hay que dejar fluir como si uno fuese un puente, siempre mirando por encima de la media de la escucha. Cuando se agotan las preguntas, empiezan las reafirmaciones del bolazo. Una y mil refutaciones, contradicciones y afirmaciones van a conducir a nuestra víctima hacia la trampa. De esa manera vamos a tener el mundo en nuestras manos querido lector. Yo se que en el fondo no le estoy revelando nada nuevo, ni si quiera creo que haya aprendido algo hasta acá, pero tenga en cuenta que, cada vez que se mira al espejo, una de las dos figuras es un andamiaje de palabras sin sentido que sólo tienen por función reafirmar aquello que nunca vamos a ser, en tanto el reflejo es auténtico, real, irrefutable.
Por eso, querido lector, Alicia sigue eligiendo siempre el lado del espejo, a diferencia suyo que elige el autoengaño y la complacencia ajena.
Siga así que vamos bárbaro.