miércoles, 13 de agosto de 2014

Día 72 - Anaconda trabajó en blanco

Hace unos años, mi familia le vendió al municipio una casa grande para hacer funcionar allí una institución. Tiempo después se inauguraba La Casa del Niño, una especie de hogar donde los chicos de bajos recursos iban a tomar un desayuno y tenían señoritas que les enseñaban plástica, les leían cuentos y los hacían jugar afuera si estaba lindo el día, o juegos de mesa si había lluvia o frío. Dada la cantidad de actividades que había, el personal nunca alcanzaba y lamentablemente el trabajo no daba puntaje para el escalafón docente, por lo que las seños, preferían trabajar en un Jardin de infantes para poder ascender en la escala. Por ello, la directora se vio obligada a publicar un clasificado pidiendo seños para lectura de cuentos y personal de maestranza. No pedía antecedentes pero sí era obligada la entrevista cara a cara con la Directora. Una mañana, llamó un tal Roberto Fragapane solicitando una entrevista por el trabajo ofrecido. Se acordó un día para la cita y la Directora apuntó en su agenda. No era muy alentador el panorama. Las seños que habían pasado por la entrevista pedían demasiado dinero o eran indefectiblemente ineficaces para el puesto, así que sin mucha expectativa, la Directora recibió en su despacho a Roberto. Tamaña fue su sorpresa cuando vio entrar a una mujer descomunalmente alta de gestos duros y mirada firme. Sin duda debe ser un error pensó la directora, y tan transparente fue su rostro que Roberto se anticipó y con voz grave la trató de tranquilizar. "Tranquila, dejemé que le explique. Seguramente mi aspecto exterior le cause rechazo, dada mi condicion de minoría, pero si me da sólo tres minutos para hablar y explicarle las ventajas que ofrezco en este trabajo frente a cualquier otra persona, le juro que si no dice nada o me señala la puerta , me voy en silencio y no me ve más ¿Le cuento?" La Directora con la boca abierta asintió imperceptiblemente.
"En primer lugar " comenzó Roberto, Anaconda para sus amigos, "antes de cambiar de aspecto, yo estudie maestro de musica y de nivel inicial" le dijo Anaconda a la dire mientras le daba los correspondientes diplomas."Hice un curso de narrativa oral en la Casa del Libro y  asistí al grupo de titeres Palíndromos en la puesta en escena y manejo del samurai Pipín ¿los vió?" La directora seguía inmóvil."por otro lado, estuve en la escuela Nacional de arte cursando la carrera de Magisterio en artes visuales. Me faltan tres materias y la residencia para terminar, pero como verá, ninguna institución me va a dar lugar para asistir. Por eso creo que soy la persona que busca, tengo la preparación que usted busca y la fuerza de un hombre para la labor de maestranza.Sería como contratar una persona para todo. ¿Entiende?" A la directora le latía fuerte un ojo. Algo dentro de ella le gritaba fuerte que era una locura bizarra la reunion que estaba sucediendo, pero no estaba como para hacer rankings de ninguna clase y cerró fuerte los ojos, y como un irakí vestido de bomba a punto de tirar de la cuerdita percutora, tomó aire y dijo un seco "Sí, está contratado o contratada o lo que sea" y Anaconda soltó una estentorea y varonil carcajada que fue aflautando con el tiempo. Así que lo citó al otro día tempranito.
Vestido de maestra jardinera, Anaconda se presentó dispuesto a la labor. Por la mañana jugaban y cantaban canciones (la mayoría de Gilda y grupo Cali) y despues de comer les contaba un cuento y los chicos se dormían. Tenía un singular éxito al contar cuentos que incluyeran lobos, zorros y abuelitas, que le salían muy comicos y los chicos se reían como locos. Por la tardecita, Anaconda baldeaba los pisos y hacía arreglos de plomería, llevaba las garrafas al fondo donde estaba la cocina y revocaba las paredes venidas a menos para que la casa no se venga abajo. La Directora estaba encantada con Anaconda, y las tortafritas que hacía eran las más ricas que jamás había probado.
Pasó el invierno y ya terminaba la primavera cuando pasó aquello. Unos días antes del verano y el correspondiente receso, los chicos habían ido a visitar el museo de ciencias naturales y aprovechó Anaconda para armar el andamio que iba a utilizar para parchar una cornisa que se estaba poniendo peligrosa y amenazaba a caerse sobre el toldo que donó el Rotary Club. Como hacía calor, se sacó las calzas y sólo con el guardapolvos puesto se subió al andamio a poner los tablones. Levantó los brazos lo más que pudo para ver si alcanzaba bien o necesitaba poner un nivel más de tablones. Tal maniobra dejó su apodo al descubierto.  Desde adentro de la cocina, la directora corrió la cortina de la ventana y el mundo se le detuvo. Abrío la boca como nunca y detuvo su respiración cerca de dos minutos de reloj para finalmente caer redonda al piso. Anaconda escuchó el ruido y se bajó del andamio de un salto con tan mala suerte, que se le rasgó el guardapolvos dejandole un tajo del traste hasta los pulmones. En el apuro por asistir a la Directora no lo advirtió y corrió a darle los primeros auxilios. Se agachó y empezó a darle respiración boca a boca. Justo cuando se reanimaba, entraron los chicos de la mano de la psicopedagoga y el intendente , que aprovechó a pasar para desearle felices vacaciones a los chicos.
La directora se mudó a San Marcos Sierra.
Anconda sigue en su esquina de siempre.
Se rumorea que el intendente es su cliente VIP.
La psicopedagoga sigue sin hablar.
Los chicos estudian comedia musical en el teatro municipal.
La Casa del Niño fue declarada partimonio de la humanidad por la Unesco.