lunes, 12 de junio de 2017

De olvidos y rencores

El viento infinito e incoloro nos arrebata minuto a minuto recuerdos. Alborota nuestras vidas para intentar torcer nuestros destinos. Afecta pero rara vez define algo.
Como cada lunes, ella va a trabajar al edificio de oficinas desde hace 10 años ininterrumpidos. Se sienta en su cubículo y una vez más le cuenta a su compañero, que también es su cuñado y está casado con su hermana, un extraño sueño donde ambos son protagonistas de una historia imposible. Ambos ríen y su día sigue, como tantos otros días. Las palabras son del viento y vuelven a él cada día.
Como cada martes, él queda con la conciencia hecha un nudo. No se puede sacar a su cuñada de la cabeza. Recuerda el sueño que le contó y el día se le hace largo cuando no la ve. Trata de mantener la naturalidad con su mujer, pero ya van varias veces que lo encuentra pensando y midiendo. Por la noche contacta a su mejor amigo por el servicio de mensajería y le cuenta su situación. Piensa que así se lo saca un poco de encima pero es muy fuerte lo que le crece adentro. Su alma se llena de aire y dudas cada día.
Como cada miércoles, él visita al psicólogo para contarle otra vez lo que le pasa. Su vida perdió el eje y está tratando de acercar lo real a lo que siente y cree que en algún momento algo se va a romper. Según el terapeuta, esos sueños recurrentes son signo inequívoco de un deseo reprimido que siente su cuñada y la duda que crece dentro de él, es un claro indicador de correspondencia. La única salida es sincerar los deseos y dejar salir el sentimiento, aunque esto conlleve a la ruptura de la pareja. Se está quedando sin aire y lo sabe.
Como cada jueves su mujer lo despierta con un beso y un rico desayuno. La culpa con que come las tostadas lo ponen en evidencia y su mujer pregunta si pasa algo malo. La creatividad para inventar cuestiones que tienen que ver con el trabajo se le está acabando y cada vez se pone más a flor de piel lo que costó esconder durante años. Intenta sin éxito silenciar las voces en su cabeza y planea estrategias para avanzar sobre lo que siente, pero no encuentra un camino libre de pecado.
Como cada viernes sucede el insomnio mirando y midiendo a la destinataria de su desamor. Repasa con la vista su hombro desnudo y calcula cuánto va a extrañar esa escena que se le regala cada viernes cuando se decida a liberar su alma. Planea otra vez el anestesiado diálogo que puede abrir su celda. Tantos años confunde el amor con la costumbre y lo nuevo lo tienta hasta hacerlo trastabillar sin remedio. Los silencios son puertas que nunca se anima a atravesar por más que él las haya abierto.
Como cada sábado ella llama a su hermana para contarle lo raro que lo ve a él. Lo siente distante, frío y ajeno. Trató de llegar de varias maneras, pero él sólo le habla de trabajo y rara vez la mira a los ojos. Sabe que algo le pasa pero no sabe bien qué. Esta situación ya la tiene cansada pero la educaron para luchar por lo suyo, y la pareja era algo que no pensaba dejar ir gratuitamente. Costaba postergar lo importante, pero era la única manera de seguir juntos; dejando que el viento se lleve los calores, como siempre había pasado en su familia. Su hermana la escuchaba atentamente pero no podía ayudarla aunque quisiera. No estaban en ella las decisiones ni los consejos, solo el oído paciente de quien espera.
Como cada domingo ella se despertó buscando en google un sueño que pueda llegar a significar algo, un germen que agriete un poco más el corazón de su cuñado, una duda que se arraigue como un peligroso liquen, como una costra verde en su corazón y que la fuerza del viento solo la reseque hasta dejar una mancha permanente. Nunca le iba a perdonar a su hermana robar el primer amor que tuvo, y nunca iba a interponerse en la pareja de nadie, pero soñar es gratis y las dudas cuestan más que el oro. No iba a ser feliz, pero al menos en ese pozo, ella no estaría sola.
Nada cura como el olvido. Ni siquiera el viento. Solo te ciega momentáneamente para volver a empezar de nuevo, cada día, eterno, silencioso, compañero.

El agente

Iba con mucha expectativa a la oficina del agente discográfico más importante de la zona. En la entrada me crucé con un hombre mayor que me chocó y me maldijo murmurando con odio varios monosílabos. La recepción estaba vacía. Una secretaria con aspecto vago y corriente alternaba la mirada entre el reloj de pared y la ventana como un viejo ventilador sin aspas.
“¡Rodríguez! ¡Pase!” sonó el grito del agente desde el interior de alguna puerta. Me paré y la secretaria solo se limitó a seguirme con sus ojos, en silencio. Cuando estaba por entrar a la oficina ella bajó su cabeza meneándola como diciendo “no”.
“Rodríguez….¿cómo le va? Sepa usted que si logró llegar hasta acá, es gracias a sus contactos. Cuento con su total discreción y sé que usted no me va a fallar. Siéntese hombre que ya cantamos el himno. El tiempo es oro y necesito saber si trajo el dinero acordado. ¿lo trajo no?”
Estaba por contestar cuando volvió a la carga “Usted sabrá que en este medio, saber nadar entre tiburones es la diferencia entre el éxito y ser devorado por el tiempo. Ustedes los artistas vienen por un sueño pero en el fondo son tan miserables como cualquier usurero. Al principio cantan, bailan, pintan y escriben con el alma, pero poco a poco se van pudriendo en esta rueda eterna de la ambición por llegar a algún lado. Son capaces de todo por un segundo de gloria.”
Estaba por pararme y salir de ahí corriendo , pero en el fondo el agente tenía razón. Alguien me garantizó que por diez mil dólares, me daba una canción escrita que se iba a volver un éxito. Tenía una suerte de sexto sentido para ello.
“Rodríguez, no es momento para ponerse orgulloso y digno. Si llegó hasta acá es porque usted es un gusano sin talento desesperado porque alguien le de una mano ¿Me equivoco? Sabe que no. Vamos abreviando que tengo un negocio que cerrar en cinco o diez minutos, y si a usted no le interesa lo que le propongo, le pido que no me haga perder más tiempo. ¿Trajo el dinero o no?”
Metí la mano en el saco y saqué un sobre color madera con el importe de una pequeña casa en las afueras, o un mini estudio de grabación.
El agente sacó una hoja de papel A4 de un cajón del escritorio.
Vista a trasluz tenía un breve escrito que no llegaba a veinte renglones. Diezmil dólares por un papel con veinte líneas. El cerebro se debatía y el agente sentenció: “A ver Rodriguez, no me gusta la gente que duda de mí, pero como me cae simpático o me hace acordar a mí en los comienzos, le voy a dar una muestra de fe. Por mil dólares, le dejo leer la mitad de la canción. ¿Le parece? Y me estoy arriesgando mucho.”
Mil dólares, si la primera mitad era genial le pagaba el resto y cerraba el trato y si no era tan genial, me las podría arreglar para completar el resto o usarla como base de algo. Así que saqué del sobre mil y se los puse en el escritorio. El agente los guardó y cortó desprolijamente la hoja en dos. Me dio la primer parte y el guardó la otra porción en el cajón del escritorio. Con mucha ansiedad di vuelta el papel y leí diez líneas sin sentido. No tenían una idea central, no aludían a nada, eran como palabras puestas al azar sin ningún sentido. La sangre se me fue a la cabeza y miré al agente con un odio irracional. Me había arrebatado mil dólares de la manera más fácil posible. En lugar de reirse, me miró serio y me preguntó “¿Y? ¿Qué le parece Rodríguez? ¿Tenemos un trato?”
“Usted es un hijo de mil putas ¿sabe? Y yo soy un pelotudo que se dejó cagar por una manga de estafadores. Esta mierda que tengo en la mano no vale ni diez centavos y usted me robó mil dólares. Empeñé hasta lo último que tenía, pedí un préstamo y todo para esta porquería. Le voy a mandar a la policía cínico de mierda. Lo voy a hacer bosta. Lo juro. “
Me estaba yendo con el corazón a punto de estallarme en el pecho cuando la voz del agente dijo: “¡Rodríguez! ¡Usted acaba de cruzar una linea que nadie nunca cruzó! Me amenazó, y eso le va a costar el anonimato para siempre, NUNCA va a triunfar, ni siquiera por asomo. Váyase ya y olvídese del asunto. Acá tiene sus mil dólares de mierda. Le van a hacer más falta a usted que a mí. “.
Junté el dinero mirándolo con odio pero con la sensación de haber salido sin perder nada más que tiempo.
Llegando a la puerta me dijo calmado “Seguramente usted se cruzó con un viejo a la salida del edificio. Se veía exactamente como usted hace un rato ¿me equivoco?”
Me detuve y tuve la sensación que iba a revelarme algo que se me había pasado por alto.
“A ese tipo, lo tuve como usted acá , en esta oficina, hace más o menos cinco años. Igual que usted, agarró la letra de la canción y la rompió en mil pedazos, pero a diferencia de su actitud cagona y maleducada saltó el escritorio y me agarró a golpes. Después tomó su dinero y salió por esa misma puerta. Lo iba a mandar a matar o algo peor, pero me dio asco gastar mi dinero y esfuerzo en torcer algo que nunca iba a resultar. Volví a armar la canción y entró un joven buscando fama. Me ayudó y más por lástima que por agradecimiento le regalé los papeles mal pegados. Miró la letra y cuando volvió a encontrar mis ojos, le dije – confiá pibe, parece una boludez pero va a andar, confiá. Y el joven salió para su casa. Le costó cuatro años decidirse a grabarla. Y no me equivoqué. La canción se llama -Despacito-“.
Se me aflojaron las rodillas. “¿Podemos hablar de nuevo? Le pido disculpas.”

“¡Tomátelas! ¡Andate antes que te haga cagar a tiros boludo!” gritó y empujándome violentamente me tiró lejos de su oficina para cerrarla para siempre.