domingo, 22 de junio de 2014

Dia 90 - Anosmia

Se dice que la anosmia,  es pérdida total o parcial del sentido del olfato. Wikipedia dixit.
Para los que sufrimos este trastorno, es un peldaño más abajo en la escala de la evolución de la especie. Imaginensé por un momento queridos lectores, que pierden la capacidad de oler todo eso que nos rodea. Imagínensé un mundo sin olores. Piensen por un momento la comida más rica o la flor más hermosa desprovista de la bella sinfonía de fondo que es el aroma. No vamos a volar demasiado más con este tema. Vamos  lo concreto y jodido de no tener olfato.
Cuando era chico y alguien se tiraba un pedo, todos arrugaban la cara y miraban quien seguía incólume frente a la situación, y adivinen...me culpaban a mí. Claro, como no sentía el olor y no me molestaba, la mayoría pensaba que me hacía el distraído y disimulaba mi falta de culpa. Un horror. Ya más grandecito, las chicas se perfumaban para los chicos normales, y a pesar de tener puesto un perfume barato y espantoso, ellos mentían " ¡que rico perfume Martita!¿cómo se llama?" , y ellas se meaban por el deshonesto halago. Mientras tanto a mí, no se me movía un músculo de la cara y poco podía aportar al hecho de que las coquetas damas se hayan acicalado con frescura y pasión. Lo peor era que tampoco podía distinguir el olor achivo que me venía despues de una actividad deportiva, por lo que siempre me ponía desodorante en cantidades alarmantes para la formación del agujero en la capa de ozono (tambien eso, los del greenpeace me la tienen jurada). Un día mi mamá me mandó a juntar la caca del perro que teníamos y pude hacer esa tarea sin mayores traumas. Valiéndome de una bolsa de polietileno a modo de guante y otra bolsita más grande para depositar los bombones recogidos, me hice una impieza extraordinaria ante la admiración de mis amigos que huian de los hedores. Tal hazaña me posicionó un poco mejor entre los valientes, ya que se me encomendaron tareas como buscar la pelota de futbol en la zanja de agua podrida, limpiarla, asar el pescado a la parrilla, desinfectar el baño con amoníaco, enterrar los perros muertos del vecindario etc. En fin, mi curriculum se había nutrido demasiado pero aun no distinguía un queso roquefort de un Carolina Herrera 212. Cuando se me dió por ir al grupo juvenil de la iglesia, una vez vi como una enfermera detestaba sacar las bolsas con las heces de los ancianos, y para impresionar a las chicas del grupo, se me ocurrió, craso error, ayudarla con su empresa. Tales fueron los elogios, que me contrataron en el hospital para sacar residuos hediondos en grandes bolsas y cargar con los cadaveres en descomposicion  desde la morgue hasta la casa crematoria.
Llegados a los 40 años, mi extraña habilidad fue aprovechada por el resto de mi familia, que hizo de mí, el enfermero temerario que siempre detesté. Me hicieron lavar cada uno de los arrugados culos que componian las ramas más altas del arbol genealógico. Mi familia no se caracterizó por tener top models entre sus miembros , así que el trabajo se resumía a asear arrugados y horribles traseros que me resoplaban en la cara como viejos rinocerontes resfriados.
Me encontraba un día en plena tarea, cuando una horrible sensación me golpeó el cerebro. Era como si un hierro al rojo me hubiese entrado por la nariz y me hiciera un terrible agujero en la frente. Nunca había sentido algo igual. Era espantoso, como un dolor se me iba esparciendo por el entrecejo hasta llegar a los ojos y hacerme llorar copiosamente. Me acuerdo que me caí al suelo y me sentí mareado. Creí que la presión me había bajado o algo así, pero busque algo de azucar y me di cuenta que lago terrible me estaba pasando, recuperé el olfato. Es horrible perder la virginidad de esa manera. Era como ver por primera vez y en lugar de encontrarte con un rojo atardecer ves un animal destripado comido por las hormigas.
Extraño la anosmia...en serio.