lunes, 8 de septiembre de 2014

¨Día 58 - Sucedió en el Club Defensores.

Por el año 84, en el club Defensores de Ramallo se hacía una cena a beneficio del Hospital Público Pedro Gomendio. Para tal celebración se pidió la colaboración de los artistas locales Ad Honorem y la donación de los vecinos para conformar una canasta navideña que iba a sortearse al final de la velada. Uno de los organizadores, Pelé, se le ocurrió traer al cantante en ascenso Silvestre, quien se encontraba por aquel entonces de novio con Andrea Del Boca. Después de unos trámites y de un contrato que no fue barato, se arregló para la llegada del ídolo de las chicas. El manager de Silvestre trajo en una camioneta la folletería y cinco afiches de tamaño natural. Grande fue la desesperación de las ramallenses para sacar entradas. Tambien se corrió la bola por las localidades vecinas con idéntico resultado. El escenario del Club Defensores se vistió de gala, se colgaron las gruesas cortinas que donó el loco Traverso para el día que invitaron a Fangio a inaugurar el circuito de turismo carretera local. Las mujeres que estudiaban arte, pintaron de colores las bombitas de luz que donó la ferretería de la familia Maldonado. Pusieron flores frescas y la noche era un manto de estrellas. Pelé, entusiasmado por la empresa que se había montado, le pidió al Pato Singer de San Nicolás, un equipo amplificador de alta fidelidad y se compró dos micrófonos Shure que le costaron un Perú.
Al final llegó la noche más esperada, el salón hervía y las hormonas femeninas esperaban con impaciencia al ídolo de la canción. Entrada la noche llegó Silvestre a Ramallo. Se bajó del Dodge Polara con un mameluco plateado y un peinado tipo Elvis Presley. Miró con una mezcla de asombro y asco la ciudad y le dijo a su manager que lo lleve a algún lugar a tomar algo fuerte. La impaciencia crecía en el salón del club. Pelé ya no sabía como entretener a la multitud, su rutina de imitaciones de Sandro ya no causaban la gracia de antes y Silvestre no aparecía. En eso vino el colorado Villarino y le dijo que vio a Silvestre con cara de orto en el bar del centro tomando algo con su manager . Pelé salió en el aire corriendo y dos cuadras despues se encontró cara a cara con el manager . Lo increpó que el contrato no era barato y que tenía que salir a cantar, la gente ya no aguantaba más. "A ese antro de negros , yo no entro" dijo Silvestre y terminó su whisky. El manager le explicó que podría traerle complicaciones económicas y legales ya que se había pagado por adelantado. El mozo del bar escuchó el desfortunado comentario del cantante y corrió la bola por los clientes. Tal noticia no tardó en llegar al club, justo un rato antes que el Dodge Polara.
Silvestre esperaba una multitud cholula y frivola, y en lugar de ello las miradas de desazón de las jóvenes y la cara de furia de los ramallenses lo acompañaron entre murmullos hasta el escenario. Comenzó la pista a sonar, nadie hacía palmas, nadie coreaba, y Silvestre soltó un "Buenas noches Ramallo!!". El aire se cortaba con una gillete. Terminó el primer tema y ante la ausencia de aplausos y gritos femeninos increpó "¿¿¿¡¡¡Que les pasa!!!???¡¡Soy Silvestre!! ¡¡Canten carajo!!!" y empezó la lluvia de vasos, botellas y sillas. Le agarraron el enterito plateado y se lo destrozaron. Algunos pudieron pegarle un par de puñetes, perso saltó justo a tiempo al Dodge Polara justo cuando el manager empezaba a salir derrapando por la calle principal. La lluvia de botellas lo acompañó hasta que ganó la ruta y no se supo más del manager, de Silvestre ni del Dodge Polara.
Pelé terminó usando la plata de las entradas para reponer la consola de audio del Pato Singer que quedó destrozada. Los micrófonos los usó Silvestre para defenderse y corrieron identica suerte que la consola de audio. Las cortinas quedaron inutilizadas para siempre.
Cuentan las malas lenguas, que vieron a Silvestre haciéndose atender un corte en la cabeza por un botellazo y firmando autografos en el Hospital Gomendio a altas horas de la noche.