Con Javi, Gabriel y Antonio, compartimos más que la etapa de
estudiantes de pedagogía teatral. Javi venía de Formosa, Gabriel buscaba nuevos
horizontes dentro de su pequeño pueblo santafesino y Antonio, el más grande de
los cuatro venía de Morón escapando de una escandalosa separación con denuncia
y restricción incluida. Estábamos haciendo sobremesa en el departamento de
Antonio. Nuestras mujeres, la de Javi, la de Gabriel y la mía, estaban en la
terraza hablando de bueyes perdidos, los niños (mi hija mas grande, los dos de
Gabriel y el de Javi) jugaban en el frente. Cada tanto venían a joderlo a
Antonio para que les haga títeres. El tipo tenía cursado un par de años con
Sarah Bianchi, una titiritera de puta madre, y con cualquier cosa que
encontraba te armaba una historia. Una vez, con un tirabuzón y un par de
corchos, les representó "crimen y castigo" de Dostoievski y los
pendejos quedaron fascinados. Antonio era lo que cualquier grupo de padres
necesitaba para que sus hijos quedaran en buenas manos. No era que sólo los
entretenía, sino que los hacía pensar y les hacía conocer los grandes de la
literatura de la mejor manera, jugando. En una reunión de esas donde sobra el
tiempo y el alcohol, nos pusimos a ver qué podíamos hacer cuando nos recibamos
de docentes teatrales, que proyecto podríamos encarar para sacarle plata al
estado o como explotar a pendejas aspirantes a docentes mientras nosotros
hacíamos las veces de directores o algo jerárquico. El que más futuro tenía era
Antonio, ya tenía experiencia y sobre todo mucha paciencia. "Boludo, vos
Antonio, si te ponés una escuelita de teatro para pendejos, a la plata la
juntás con pala. O te armás un jardín de infantes o un proyecto que tenga que
ver con los títeres, o algo. Con un título nacional no te para nadie" lo
animamos, total de última nosotros teníamos las vidas mas o menos encaminadas y
nuestras mujeres no iban a permitir demasiado volantazo a esta altura del partido.
“Ojalá muchachos, pero tengo un pasado complicado que me va a jugar en
contra" nos dijo serio. Es cierto, se había comido unos meses adentro y la
mujer se la tenía jurada con querellas y denuncias, que pensamos hasta ese
momento que eran despechos de una mina abandonada. "Si supieran algunas
cosas de mi pasado no me dejarían ni acercar a sus pibes" sentenció
Antonio y terminando la cerveza se fue al baño pidiendo permiso. A la pasadita
le acarició la cabeza a mi hija y un escalofrío me corrió por la espalda. ¿Qué
era lo que hacía potencialmente tan peligroso a Antonio para con los chicos? ¿Por
qué nos dijo eso? ¿Por qué la mujer de Antonio, cada vez que atendíamos el
teléfono de su departamento nos llenaba las bolas de que tengamos cuidado, que
el tipo era peligroso, que había que tener cuidado y no sé cuantas cosas más?
Los cinco minutos que tardó Antonio en el baño, fueron suficientes para que
nuestra cabeza mutara horriblemente cambiando la imagen afable y bonachona de
Antonio, en una espantosa versión de un tipo abusador, denunciado y procesado y
totalmente irrecuperable. Javi permaneció en silencio, marcó algo en el celular
y hablando inaudible agarró a su hijo y saludó con la cabeza. Curiosamente la
mujer también estaba hablando por el celular pero con cara de desconcierto.
Algo se terminaba de romper en ese momento. Nos miramos con Gabriel y ahí nos
cuestionamos que tan abierta teníamos la cabeza, y con tristeza comprobamos que
nuestros prejuicios fueron más fuertes y empezamos a preparar las cosas para
irnos de ese lugar que siempre había servido para soñar y cambiar el mundo.
Dejamos de vernos, los cuatro, esa fue la última tarde.
Años después, un conocido de Antonio nos comentó que el
turbio pasado se resumía a un par de estafas con celulares robados y un
contrabando de zapatillas truchas que fue descubierto y por eso estuvo guardado.
Ya era tarde para volver atrás, la inocencia, así como se
había ido, no regresaría nunca más.