domingo, 26 de julio de 2015

Muerte digna

Su hijo no mejoraba.
 Se encontraba conectado a un montón de dispositivos de asistencia y otros tanto de control desde hace tres años. Los partes a los que asistía puntualmente no mejoraban y el último de ellos fue desbastador.
"Debe desconectarlo señor", le aconsejaron algunas enfermeras "Eso ya no es vida y no es justo para nadie y menos para usted que está dejando todo por algo irrevesible."
A esa altura, el viejo carpintero no podía darse el lujo de matar al único integrante de su familia que le quedaba. estaba por enloquecer y era verdad, lo que decían las enfermeras lamentablemente era cierto. Hay veces que es necesario tomar coraje y dejar partir a quien inexorablemente nunca iba a volver a correr junto a su lado ni a legrar sus mañanas con sus canciones.
"No tiene pulso y respira gracias al asistente mecánico conectado. No se registra actividad cerebral y los riñones nunca le funcionaron desde que entró. La temperatura corporal es demasiado baja. Solo un milagro podría salvarlo. Si le retiramos los sedantes seguro va a sufrir mucho." le dijeron los médicos por vigésima vez.
Esa mañana, el viejo, desesperado pidió un milagro, y se fue a la clinica dispuestos a firmar el papeleo y ponerle fin a lo que todos llamaron un sufrimiento y poner en marcha otro peor.
Habló una vez más con los médicos, pero la respuesta fue la de siempre.
Y con coraje y el corazón destrozado empezó la secuencia del deceso. Apagó el surtidor de sedantes y tal como le indicaron los médicos, apagó uno a uno los asistentes electrónicos y mecánicos mientras su cabeza le martillaba remordimientos y reproches.
Apagado todo, el silencio se adueñó de la sala. Ningún monitor indicaba nada y el aire podía cortarse con un cuchillo. Todo era quietud hasta que pasó.Un leve movimiento en el párpado del pequeño  niña era una señal. Los médicos escépticos lo agarraron de un brazo para explicarle que podía ser un reflejo cuando el niño abrió los ojos. Miró la sala y movió por fin su cabeza. Los ojos del viejo se humedecieron y se encendieron de alegría. El niño lo vio y se sentó en la camilla abriendo sus brazos. Con la cara encendida el carpintero abrió sus brezos y envolvió a su pequeño niño que le preguntaba "Papá, ¿Qué pasó?"
"Nada hijo, nada. Es tiempo de irnos a casa."
Los doctores, estaban tan asombrados que contemplaron la escena boquiabiertos.Cuando el viejo tomo a su niño y comenzaron a caminar hacia la salida de la clínica, uno de ellos les gritó "¡Espere señor!¡Tenemos que estudiar a su hijo! ¡Vuelva!".
"¡Vayansé a la puta que los parió, malditos asesinos! No vuelvo nunca más por esta clínica y les voy a hacer una demanda por mala praxis" les gritó el viejo enfurecido.
Y volviéndose a su pequeño le dijo "Vamos Pinocho. Vamos para casa."