en tres entradas más este blog se termina....ojalá lo hayan pasado tan bien como lo estoy pasando yo.
está bueno escribir pero no es lo mío...
no se bien qué es lo mío.
me siento un poco caradura pero lo pasé bien sabiendo que alguien lee lo que escribo.
nos vemos en un rato.
chau
martes, 3 de marzo de 2015
Día 3 - Diarios de fotografía cordobesa en Villa Constitución
En cada acontecimiento importante de
Villa Constitución, el Cordobés siempre estaba inmortalizando el
momento con su cámara de fotos. Cuentan que la ganó en una rifa del
Cuartel de Bomberos Voluntarios y que el equipo estaba bastante
completo, tenía un flash enorme y una valija de cuerina.
Nunca tuvo tiempo de usarla hasta que
se jubiló de su puesto en la Mutual de Empleados de Comercio.
Una tarde se dio cuenta que la
economía no le cerraba y pensó en vender la cámara de fotos. Sin
éxitos y con pocas reservas para comer, decidió experimentar un
poco con el artefacto. No parecía tan complicado después de un rato
de hacer foco y calcular luminosidades. Aprendió solo a calcular
velocidades de obturación y a darle el flash necesario a las
escenas.
Salió entonces a probar suerte en una
plaza donde había una pareja paseando un perro. Quiso la suerte que
le pidieran una serie de fotos del perro, pero el cordobés les
aclaró que solo se estaba distrayendo. La pareja insistió con pagar
las fotos por adelantado y una luz se le hizo al cordobés en la
cara.Por fin se le iluminaba el panorama, iba a tener un ingreso
regular. Improvisó una suerte de agenda y organizó su trabajo. No
tardaron en llamarlo de fiestas, graduaciones y todo aquello que
parecía importante en Villa Constitución. La paga no era cuantiosa
pero aomía regularmente en los ágapes e inauguraciones. La gente lo
llamaba más por solidaridad que por el trabajo en sí mismo ya que
la mayoría le tenía un particular afecto. Fue así que estaba
presente en el choque de la ambulancia con el tractor en Rueda, en el
suicidio de Gamerro el contador, en la suelta de palomas por la
venida del Papa a la Argentina y cuando ascendió el club Fortín al
Nacional B metropolitano. Prácticamente la historia de Villa
constitución pasaba por sus ojos.
Un día, sin mucho preámbulo
falleció, su corazón desbordado de emociones dijo basta y fueron
los mejores años de su vida. Toda una vida encerrado en el depósito
de la Mutual ordenando papeles lo habían privado de la vida social.
Luego del velorio, su único hermano
que llegó desde Cruz del Eje, pasó a ordenar los papeles de la casa
paterna donde vivía el cordobés. En eso estaba cuando casi todo el
pueblo tocó la puerta. Los gabitantes de Villa constitución se
excusaron y entendían el dolor y el mal momento, pero no podían
dejar de pasar a saludar y si se podía a buscar el trabajo
fotográfico del cordobés, ya que constituía en la más fiel de las
miradas e iba a servir para ilustrar un libro que se estaba gestando
acerca de la historia del pueblo. La gente ofreció a pagar como sea
por ese valioso tesoro tratando que no se pierda para siempre como
suele suceder con las cosas importantes.
El hermano del cordobés frunció el
ceño feo. Después de unos minutos de mirar el piso sentenció, “¡Mi
hermano jamás en la puta vida sacó una foto! ¡No tenía idea como
hacerlo! Es más, ¡No tenía máquina!”
Se adelantó Filipelli el de la
gestoría, para corregir al forastero, y le describió el maletín y
la agenda donde constaba la incansable labor del fotógrafo de Villa
, como solían conocerlo. Revolviendo encontraron el maletín y la
multitud respiró aliviada. En la agenda constaban todos los trabajos
del cordobés, fecha por fecha, dato por dato, apellido por apellido.
Sólo restaba encontrar las fotos.
El hermano del cordobés los miró con
los ojos más abiertos que nunca. “¿Alguno ha visto las fotos de
mi hermano? ¿Le pagaron?”
“¡Por supuesto que le pagamos!” y
enseguida recordaron que nadie nunca había visto una sola foto del
cordobés. Se miraron los unos a los otros hasta que todas las
miradas recayeron en Mancino, el dueño de la óptica de Villa. “¡A
mi nunca me compró un solo rollo!” dijo mirando al resto como
esperando el dato que hiciera feliz a todos. Pero esa respuesta nunca
llegaría. Todo era silencio en la casa, hasta que el hermano del
cordobés preguntó “¿Alguien le explicó a mi hermano que la
máquina lleva un rollo?”
Así se fue el proyecto del libro por
la borda. Sólo el cordobés sabía que había pasado con las fotos.
La mayoría creen hasta hoy que el tipo los cagó, lisa y llanamente.
Unos pocos aun siguen buscando la historia perdida. Por un momento,
el cordobés había sido alguien, y eso sí que nunca se lo iban a
poder quitar.
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