sábado, 3 de septiembre de 2016

La razón y la fuerza


Don Osorio se levantó de la ronda de mate pálido, unas gotas de transpiración y un gesto duro se le dibujaron en el rostro. Caminó agarrándose de la pared arrastrando pesadamente su cuerpo por el pasillo que se le había vuelto interminable. Tanteando el lo oscuro, alcanzó la tecla de la luz del baño y cerró tras de sí la puerta con dos vueltas de llave.
Torpemente se sacó toda la ropa de arriba de un tirón y la tiró contra la puerta mientras se desabrochaba el cinturón para luego dejarse caer sobre el inodoro. Su mente se puso en blanco, los azulejos esmaltados se quedaron sin límites y el cuerpo le hervía.
Tomó aire y pronunció una letra “m” que se prolongó todo el tiempo que duró la contención del aire en sus pulmones para liberarse en un brusco resoplido.
Volvió a inhalar ruidosamente para reencontrarse con esa improvisada contracción y esta vez fue un desgarrador gruñido el que acompañó la acción de hacer fuerza.
Volvió una vez más a tomar aire decidido a terminar por fin lo que había empezado.
Para ello se agarró del lavabo y lo apretó con todas sus fuerzas al tiempo que gritaba blasfemias a todos lo santos. Un estruendoso ruido coronó el pesar de Don Osorio que gritaba su desgarramiento rompiéndose la garganta y parte del lavabo.
Empapado en sudor frío su cuerpo se aflojó y se desplomó sobre sus muslos afiebrados.
Tenía taquicardia y le dolía un costado del abdomen.
Cuando logró incorporarse, abrió la canilla del lavabo y se mojó la cara y el pecho.
Alcanzó como pudo la toalla y se secó el cuello y el cuerpo.
Del bolsillo del pantalón sacó un atado de cigarrillos hecho un nudo. De los puchos que le quedaban sanos eligió el mejor y lo encendió. Después de dos pitadas se levantó y se dio vuelta para ver lo sucedido. La imagen que tenía ante sus ojos era apocalíptica. Una suerte de cocodrilo marrón nacía en el fondo del inodoro y se prolongaba y engrosaba hacia afuera del agua alcanzando casi el borde del mismo. Mirarlo, ya le producía dolor.

“¡Claro! ¿Cómo mierda no va a haber putos?” Dijo Don Osorio y tiró la cadena no menos de cinco veces antes de perder de vista al cocodrilo.

Se vistió, echó desodorante y volvió a tomar mate, esta vez se mantuvo de pie hasta el final.