miércoles, 9 de noviembre de 2016

Tàcticas y estrategias del secuestro virtual



La declaración de Ana fue la siguiente:
“Señor oficial. Los hechos fueron los siguientes. Estàbamos cenando con mis compañeras de trabajo celebrando el dìa del maestro, en un bar de la zona sur, cuando una mujer, muy bien puesta y con cierta agitaciòn, se acercò a nuestra mesa y nos dijo:- ¡Por favor! ¿Alguien me puede prestar el celular? Necesito ubicar a mi marido para que me venga a buscar. Se me quedó el auto y a esta hora no encuentro la grùa y pronto va a cerrar todo. Por si fuera poco se me quedó el celular sin baterìa.
Me puse un segundo en su lugar y le extendí mi teléfono. Me agradeció infinitamente y se alejò unos 10 pasos hacia la esquina. La mirè y ella hablaba gesticulando y vi que había dejado su celular en nuestra mesa. Mis amigas seguían hablando de esto y aquello cuando la mujer se acercò y me devolvió el celular. Me agradeció mil veces y se fue a la esquina a ver si su marido venìa a buscarla. No faltaba mucho para que terminemos la velada, asì que si seguía esperando me iba a ofrecer a acercarla a algún lado si su marido seguía demorando. La mujer volvió a la mesa y pidiéndome mil disculpas me pidió nuevamente el celular, argumentò que no estaba segura de haberle dicho correctamente la dirección ya que la zona donde nos encontrábamos era plenamente desconocida para ella. Se lo volvì a ofrecer y adelante mìo marcò un número. Cuando la atendieron se alejò excusándose con la mano. Nuevamente se alejò y hablò esta vez màs acaloradamente que la anterior. Se la notaba bastante molesta por el tono imperativo de sus frases y lo duro de sus facciones mientras agitaba la mano libre. Cortò y se recompuso. Se acercò y buscò en su cartera un par de billetes de cien. Me los ofreció junto con el celular. La mirè extrañada pero sabiendo de que se trataba. Es por el abuso, acéptelos.Por favor, me dijo. Obviamente no se los aceptè a pesar de su insistencia. Nos trenzamos en una suerte de amable tire y afloje hasta que llegó su marido y le tocò bocina. Optò por llevarse los billetes con la promesa de tomarnos una cerveza un dìa de estos por la molestia y me dio una tarjeta. Supe que era contadora, tenía ese aspecto y justo vi que se olvidaba el celular descargado en la mesa. Lo juntè y la llamè a los gritos por el nombre que figuraba en la tarjeta. No me hizo caso hasta que una chica que pasaba a su lado me mirò, puesto que estaba a los gritos mal, y le hice señas que la llamara. Cuando me mirò le mostrè el celular y se acercò a buscarlo. Pidio disculpas una vez màs y agradeciendo otras tres veces. Se fue hacia el auto y sin mirar se subió para luego desaparecer.”
Fue asì oficial, y es entonces que a las dos horas uds me llaman para decirme que desde èste celular hicieron dos llamados extorsivos a una familia de la zona. Fui vìctima de un engaño, lo juro. Tengo mis amigas de testigo y al personal del bar. Por eso cuando uds me llaman y me lo comunican no dudo en venir a aclarar la situación. Si todavía estoy en shock. Por hacer una buena acción terminè embarrada en esto que es nuevo para mì. Por eso es que la contadora no respondió a mi llamado cuando la nombrè, y es probable que la tarjeta sea falsa también.
Los oficiales, viendo que Ana fue vìctima de un engaño, cerraron el caso preguntándole detalles de la ropa , el aspecto de la timadora y algún dato del auto que la pasò a buscar. Le agradecieron su cooperación y le pidieron disculpas por las molestias y aconsejándole que piense dos veces antes de hacer un favor, hay muchos sinvergüenzas sueltos. Firmò unas planillas y salió de la comisarìa. Su marido la esperaba en el auto. Se subió y empezaron a andar.
-¿Se creyeron todo? ¡Sos increíble Alicia! No te puedo creer la capacidad de convencer que tenès. Un dìa de estos van a aprender estos trucos y no la vamos a pasar nada bien, creo que estamos muy al filo. Lo único que te pido es que no te hagas llamar màs Ana, buscà alguno màs diferente de Alicia ¿si?
Y se perdieron en la noche para siempre…