sábado, 16 de julio de 2016

Falso y verdadero


Hace un tiempo, con unos amigos tiramos en la mesa la idea de falsificar dinero. Algunos propusieron hacer billetes de 20$ o de 50$, que son los de uso más corriente y que al desgastarse más rápido, bien podrían pasar por buenos si uno los arruga un poco antes de ponerlos en circulación. Otros optaron por las monedas de 1$ que pasarían sin ningún problema ya que su valor era tan bajo que no valdría la pena controlarlas. Unos pocos apostaron a falsificar billetes de 100$ ya que si bien el riesgo de pasarlos era alto, uno tendría una rentabilidad mayor si los controles fuesen no tan rigurosos.
Este delirio, me llevó a pensar seriamente en algo. Si uno fabricara una moneda de 1$, aún con algún detalle, podría bien pasar por una verdadera, aunque uno reciba una de estas monedas, la recirculación sería casi normal. Si uno fabricara en cambio muchas monedas de 1$, el resultado sería el mismo, ya que en lugar de una, serían millones de monedas falsas circulando paralelamente con las buenas y aunque uno las diferencie bien, en el punto crítico cuando las falsas superen en número a las buenas,¿cuáles serían cuáles?.
Con los billetes no es tan fácil, ya que dijimos antes que la gente tomaría un rato más en asegurarse que el mismo sea verdadero, y de recibir un billete falso de 100$, sería más difícil ponerlo a recircular, ni hablar de muchos billetes.
Si el dinero es falso, es una mentira.
Pensemos el valor del dinero falso como el tamaño de una mentira.
Es más fácil hacer circular los pequeños engaños que una gran mentira. La gente en el fondo sabe que se tratan de pequeñas mentiras pero que las hace circular porque en apariencia no dañan sustancialmente a nadie, en cambio las grandes mentiras solo las manipulan gente experimentada en el arte del engaño, y eso daña mucho.
Por otro lado, cuando un pequeño grupo de monedas de 1$ circula, sirve para comprar pan, pagar una propina, dar pequeñas limosnas, comprar una revista usada o hacer una llamada por teléfono, es decir para un puñado de placeres. Al igual que las mentiras, también generan pequeños placeres, al que las dice como al que las escucha , aún a sabiendas que la información no es veraz. Por eso creo que vivimos en un mundo rodeado de pequeñas mentiras aceptadas, nadie las cree pero tampoco nadie se ocupa de sacarlas de circulación, y esto nos mantiene alimentados, entretenidos, satisfechos, es decir con pequeños placeres cumplidos.
¿Será por eso que nos conformamos con poco?
¿Será entonces que las pequeñas verdades no las tomamos en serio y le damos el mismo tratamento que a las pequeñas mentiras y nos volvimos un engaño en nosotros mismos?
¿Quiénes somos entonces?
¿Esos que aceptamos mentiras y a cambio esperamos a que otros hagan lo propio o estamos con una gran mentira encerrada en la mano esperando que venga un incauto para pasársela por buena?
Qué complicado es ser uno mismo.