miércoles, 29 de octubre de 2014

Día 30 - Una premonición.


De mi infancia conservo muchos recuerdos. Algunos son buenos pero hay bastante de los otros. Hay malos recuerdos que sólo duelen y no enseñan nada, pero hay otros, muy pocos que te marcan a fuego y descubrís años después su efecto retroactivo y devastador.
Siempre me gustó dibujar, como usted habrá apreciado en este blog querido lector, y era muy feliz con una hoja en blanco y un lapiz o una caja de fibras silvapen. La hoja en blanco era un campo virgen para hacer un animal insólito, un paisaje imposible, una familia completa o una mascota imaginaria. La mayor parte de las hojas provenían del trabajo de mi papá, que de su oficina me traía los formularios de papel contínuo que se descartaban y tiraban por montones antes que la ecología hiciera su causa común con los bosques y se olvidara de los niños artistas. Como estaba por empezar la escuela me empezaron a comprar cuadernos, de los baratos, de los que podían comprarme en aquella época. Que horrible sorpresa fue abrir esos cuadernos y verlos llenos de lineas paralelas. Mi mamá me explicó que servían de guía, para que las letras no anden libres por ahí, que eran una especie de límites. A mí me gustaban las gruesas hojas blancas, que te permitían explayarte en un gran espacio, sin límites, que podía borrar una y mil veces, que se bancaban que se vuelque algun líquido y si uno lo limpiaba rápido no se arruinaba el dibujo. En cambio en esos pequeños cuadernos, las hojas eran finitas, se rompían de nada, con el calor y la humedad se arrugaban o cambiaban de color, había que forrarlos para que no se arruinen, si usabas fibras se traspasaba al otro lado y se corría todo. En síntesis, estos cuadernos lejos de elevarte como artista, formaban una especie de inventario de mala calidad que no reflejaba para nada lo que uno quería plasmar, tambien se perdían en la primera de cambios, o se rompían cuando se apilaban junto con libros o publicaciones importantes como El Gráfico o la Revista Gente, o terminaban retorcidos prendidos fuego en un asado.
Estos cuadernos se llamaban Gloria y Exito.