No siempre las bromas terminan bien. Esta vez se nos fue la
mano.
En la oficina donde trabajaba, se reunía la jefatura todos
los jueves para evaluar la gestión del departamento de marketing del
laboratorio químico. Siempre pedían para la ocasión, café, leche y facturitas.
Un día y por error, dejaron los termos y las facturas en la oficina de
mantenimiento, muchas fueron las ocurrencias que sugirieron los técnicos. Desde
comer las facturas y esconder los termos y negar que allí habían dejado los
comestibles, hasta orinarles el café y ponerle vello púbico a las facturitas. Cualquiera
de las opciones, eran fácilmente rastreables y terminarían en sanción para el
personal de mantenimiento o para el muchacho que se había equivocado el destino
de los alimentos. El tiempo no estaba a favor y en cualquier momento iban a
pasar a buscar los termos y terminaría el tiempo de la broma. En eso , Pelaez
un técnico electricista sacó un blister de viagra y sin mediar palabra le metió dos en el termo
del café. Un segundo después, apareció el chico de la cafetería blanco como
papel porque lo había retado su jefe debido a la demora del servicio. Retiró
los termos y los llevó a la sala de reuniones. Nos quedamos mudos por lo rápido
de la acción. Nos pusimos a tomar mate y empezamos a pensar la cara que
pondrían mientras se les iban parando los miembros y sobre todo como harían
para ir al pizarroncito a explicar el flujo de las órdenes de trabajo. A medida
que nos íbamos imaginando, nos reíamos mucho de lo que estaría pasando en la
salita de reuniones. De pronto se escuchó un ruido de sillas y un murmullo
increscendo, alguien gritaba una conversación telefónica y la sirena de la
ambulancia se hizo presente. Bajaron los paramédicos y se llevaron al petiso
Arzani con un ataque al corazón. Era muy loco ver a todos los jefes con la pija
parada y la cara de preocupación por disimularla mientras llevaban a Arzani,
obviamente al palo. Los de mantenimiento mirábamos poniendo nuestra mejor cara
de póker. Más tarde supimos que Arzani sobrevivió pero tiene que cuidarse de
los esfuerzos y la sal. Le pusieron un aparato que le mide la presión y las
pulsaciones y cada tanto le da un shock y lo resetea. No puede acercarse a los
microondas ni a los cajeros automáticos. En el Casino tuvo un episodio con la
ruleta electrónica, cada vez que se acercaba le latía un ojo y los guardias
interpretaron que estaba pasando señas a algún cómplice y lo echaron a patadas.
Algunas bromas terminan mal.
Pero que risa causan...