sábado, 24 de junio de 2017

Pascal, el dueño de la calle.

A veces el carnaval es una fiesta….a veces no.
Como cada año, los chicos del barrio esperábamos el carnaval para tirarle globazos de agua a las chicas. La idea era mojarlas pero guardando siempre la distancia prudencial que nos salvaba de los cachetazos y las patadas de las víctimas de nuestra salvajada. También creo que ejercitábamos este instinto ancestral de cazadores que viene con nuestra raza. Como cada año, las chicas buscaban refugios alternativos o se hacían acompañar con sus padres a hacer los mandados. Este era el caso de Andrea, la rubia linda de la cuadra, que se hacía acompañar con el padre a modo de granadero y a sus espaldas nos miraba y se burlaba de nosotros. No era bronca lo que le teníamos, pero andaba cerca. La historia con el papá de Andrea venía mal barajada desde el día que pavimentaron la cortada. Ella andaba en patines con sus amigas del centro y a nosotros no nos dejaban andar en bicicleta por miedo a que las choquemos. El papá de Andrea se ponía en la puerta de calle y vigilaba el rebaño adolescente mirándonos serio y estoico. Alguien, nunca supimos quién, le escibió con horrible caligrafía “Pascal, dueño de la calle” y desde entonces nos tuvo en la mira por las dudas.
Volviendo al carnaval, ese año Andrea estaba en el jardín de su casa mientras Pascal estaba arreglando una puerta o algo. Cada vez que pasábamos por la vereda, se hacía la buena hija y le hablaba cosas lindas al papá y nosotros hervíamos. Era cuestión de esperar el momento, la paciencia era la clave. En un momento los planetas se alinearon, Andrea se agachó a juntar quien sabe qué cosa que le llamó la atención y el padre se fue para adentro dejándola hablando sola. Era ahora o nunca. Con Marcelo , Diego y Juan Julio nos miramos y en fracción de segundos decidimos que Marcelo era el que le iba a tirar el globazo ya que tenía muy buena puntería. Cuando nos acercamos corriendo, Andrea se levantó y vio que estaba sola, el único refugio era un tapial bajito y nada más, el globazo era inminente, de nada le iba a servir gritar, así que se tapó la cara y aguantó con fuerzas. El globo le pasó a medio milímetro de la cara y entró en la casa. Tres segundos después se escuchó el bramido de Pascal. El mundo se detuvo, lo juro. Salió colorado con una garrafita de llenar sifones Drago en la mano gritando frases que todas terminaban con “...de mierda”.
En un momento nos miraba todo colorado esperando la chispa que hiciera la explosión. “¡Las bolas por el piso me tienen!” nos gritó. Y Marcelo, más por nervios y miedo que por rebelde le dijo “¡Y córteselas!” .
Una cosa es escribir esto y otra cosa es haberlo vivido. Todo pasó muy rapido. La garrafita volando por el aire, nosotros corriendo, los vecinos asomados, el calor de febrero, todo fue rápido y atropellado. Dimos la vuelta a la manzana en tiempo record, no sabíamos si nos corría o no hasta que vimos el Fiat Rojo en la otra punta de la calle. La casa de Juan Julio estaba justo a mitad de recorrido entre el auto de Pascal y nosotros. Si corríamos hacia atrás, Pascal nos alcanzaría irremediablemente, pero si le ganábamos y entrábamos a la casa de Juan Julio teníamos posibilidades de seguir vivos. El miedo nos empujó a correr con todo hacia adelante a tiempo que Pascal aceleró como loco. Fueron segundos que se volvieron horas. No llegábamos nunca al jardín de Juan Julio, juro que justo cuando le vimos los ojos a Pascal llegó la puerta salvadora y entramos saltando quién sabe como tapial, alambrado, pila de escombros hasta llegar al patio de la casa de Marcelo que estaba justo al lado de lo de Juan Julio. Sarita, la mamá de Marcelo nos preguntó y le contamos como pudimos todo. Esa fue la primera vez que vi a Marcelo llorar.

Hoy lo veo como adulto y creo que Pascal nunca nos habría dañado, es más, su salida con el Fiat en nuestra dirección fue una coincidencia, si hubiera querido agarrarnos paraba el auto y nos seguía corriendo a pie. El miedo y ser chicos , te hace ver todo más tremendo.
Ayer le pedí a Andrea permiso para contar esta historia. Tremendizo la figura de Pascal y pongo a Andrea en un lugar de pibita careta, pero ese hecho, y otros más, me devuelven a la infancia que me hizo tan feliz y que hoy se vuelve uno de esos recuerdos imborrables.

Para los chicos del Barrio: Oscarcito,Juanci, Diego, Guille, Marce, Bochy y por supuesto Andrea.

Con cariño sincero Toti.