miércoles, 29 de julio de 2015

Las vueltas de la vida

En el año 1988 en el seno de una humilde familia, nació Thomas Willelm. Su padre era un obrero que a duras penas podía ganarse el sueldo mientras que su madre cosía ropas por monedas. Los años 90 fueron muy duros para la familia Willelm ya que al quedarse sin trabajo, Abraham Willelm se mudó con toda su familia al desierto de Mojave. Thomás jamás escuchó música en su vida. Además de sus padres, el único sonido que recibía era el de la maquinaria pesada del taller que Abraham y otros desempleados montaron para costearse un dinero. En el la vieja casa donde fueron a parar los Willelm, Thomas encontró una vieja grabadora de carrete abierto de velocidad variable. Se entretuvo de ahí en más, grabando los infernales sonidos que producían las máquinas, para luego reproducirlos una y otra vez agregándole palmas o gritos desaforados. Tal actitud empezó a preocuparle a los padres, quienes decidieron anotarlo prematuramente en la escuela estatal. Allí se fascinó con las clases de música y ahora a sus grabaciones les agregaba sonidos que obtenía de cuerdas tensadas o de botellas llenas con agua de distinta medida. Los padres comentaron esta extraña pasión con los maestros y ellos le auguraron un futuro promisorio ya que tenía un oido musical privilegiado. También les sugirieron comprar un instrumento, pero la carencia de dinero hacía esta empresa casi imposible. Thomas había conocido en la escuela a Sonny Moore, un extraño muchacho que corría con una suerte distinta a la de Thomas, odiaba la música y sus padres le habían comprado un sinnúmero de instrumentos. Sonny soñaba con ser locutor de radio de rock, o poner música en alguna discoteca, pero jamás quiso tocar en forma clásica ningún instrumento. Su carácter retraído lo hacía victima frecuente del bullying y Thomas lo había salvado en varias oportunidades de las golpizas de sus compañeros.
Una mañana, a los padres de Sonny los trasladaron por trabajo a Los Angeles, y en la mañana de la despedida, Abraham ofreció comprarle una de los teclados al padre de Sonny, solo que no contaba con dinero suficiente para ello y sabía que el tiempo era poco para decidir hacer algo al respecto. El padre de Sonny no le quiso cobrar nada, ya que sus hijos eran muy amigos y le obsequió el teclado. Las lágrimas de Abraham fueron suficiente paga por el instrumento.
La mañana de la partida, Thomas corrió al lado del tren que iba a partir hacia Los Angeles con un extraño paquete. Subió al vagón esquivando al guardia y alcanzó a su amigo Sonny por última vez. Le entregó el paquete y le dijo que iba a servir para grabar sus programas de radio y escucharse cuantas veces quiera. Thomas le estaba regalando la vieja grabadora. Solo le advirtió que tenía unas grabaciones horribles de unas máquinas y que de alguna manera era música o algo así. Que ni bien llegue a destino que las borre así tenía más cinta para ensayar. Sonny agradeció el regalo y nunca más volvió a saber de Thomas.
La vieja grabadora permaneció guardada diez largos años como un recuerdo de su amigo Thomas.
Cierto día, buscando ideas para componer música, Sonny encontró el viejo paquete y lo limpió para empezar a grabar sus borradores. Vio que el carrete estaba casi al final del recorrido y recordó la sugerencia de su amigo de borrar el contenido. Puso el botón a rebobinar y prendió un porro. Mientras fumaba tranquilo, la cinta llegó al principio. Buscó su guitarra y quiso poner a grabar algunas notas mentales que según sus amigos, drogado componía mejor. Dado el estado en el que se encontraba , en lugar de pulsar la tecla de grabación, pulsó la de reproducir, y el viejo artefacto comenzó a emitir sonidos infernales que llevaron a mente de Sonny a un Nirvana absoluto. Esta era la idea que estaba buscando. Sonidos del infierno con ritmos decrecientes que sacaban de quicios al más paciente.
Sonny Moore, no recordaba el nombre de su amigo de la infancia. Nunca pudo hacerlo. Pero en su honor tomó para sí el pseudónimo que marcaría para siempre su carrera. La vieja grabadora marca Skrillex era su única y definitiva conexión entre el pasado y el futuro de Sonny Moore.