miércoles, 26 de noviembre de 2014

Día 21 - Revisación médica periódica (parte I)

El otro día vino el capataz y nos señaló con el cigarrillo. "Che...¿A quién le falta la periódica?" gruñó. "¿Qué es la periódica?" pregunté, y el tipo anotó algo en una planilla y se fue por donde vino. Los demás obreros se me rieron mucho y dos de los más viejos me palmearon la espalda mirando el piso. "Boludos...¿que es la periódica?" insistí. "Ya te vas a enterar cuando te revisen el libro..." fue toda la respuesta que tuve. Casi cuando nos estábamos yendo, y el tema casi olvidado, el capataz me dio un papel que decía "presentarse en ayunas a las 6 de la mañana en servicio médico". Ahí respiré aliviado. Nunca estuve tan equivocado.
Como cualquier hijo de vecino fui al servicio médico en ayunas y sin orinar, como indicaba la planillita. En la sala había como treinta personas esperando en estado semivegetativo. En plena semipenumbra me acerqué a la ventanilla y esperé a ser atendido, como decía el cartelito escrito con birome. Tras 10 largos minutos le di dos o tres golpecitos tímidos al vidrio. Nada sucedió. Aumenté la fuerza de los golpes, y el número de los mismos y los zombies gruñeron en consecuencia. De la nada salió algo parecido a un enfermero. "¿Que pasa?" preguntó seco. "Vengo a la revisación periódica" dije. "¡Legajo!" gritó el hijo de puta y la monada me chistaban como un desafinado coro de búhos asesinos. Se lo dije y el cuasimodo desapareció atras de una enorme pila de carpetas. Desde el fondo de la galería gritó "¡Sientese! ya lo van a llamar". Así lo hice, como pude, escondiéndome en la multitud somnolienta. Esperamos como pudimos, aguantando las ganas de orinar. Hasta que no pude más y me acerqué de nuevo a la ventanilla y empecé a golpear de nuevo, ganándome el descontento de la negrada. Cuasimodo me hizo pasar de mala gana y me dio un tarrito del tamaño de un danonino. "El primer chorrito afuera y el resto en el tarrito, por la cascarria viste...". Con semejante data me fui al baño. Tenía en una mano el tarrito, en la otra mano una planillita para completar con datos, el inodoro estaba cerrado y no había nada seco donde apoyar nada. Mordí la planillita, me bajé el cierre con la mano libre, con el pie levanté la tapa y haciendo un número acrobático, destapé el tarrito con el cachete. El primer chorrito salió bifurcado, dando de pleno en mi antebrazo y en mi zapatilla derecha. Primer parte concluida. Ahora había que embocar. Corrijo la mira y el chorro se unifica dando de pleno en la pared y salpicándome lo que restaba de las zapatillas. Emboqué un miserable chorrito en el tarrito y lo tapé como pude. La planillita tenía una horrible aureola de saliva. El tarrito transpiraba orina, y yo estaba hecho un asco. Salí del bañito y la bioquímica me miró con desprecio. Me señaló con el mentón una mesa llena de tarritos rebosantes de meada. Lo coloqué entre los demás recipientes y me senté en una silla que tenía un apoyabrazos. "Apoye" me murmuró la bioquimica y me señaló el brazo con el mentón. Hice lo debido, y la mujer me ató el brazo con una goma de gomera. Me ordenó cerrar el puño y se fue a buscar una jeringa. El brazo comenzó a ponerse azul. Cuando se le ocurrió, volvió con una jeringa inmensa. "No mire si le impresiona...¿sabe?" me dijo con voz cavernosa. Me hice el macho y miré. Cuando me entró la aguja se me puso todo nublado. Me dio un mareo impresionante pero me la banqué como un heroe. Cuando me sacó la goma del brazo me puso un algodoncito del tamaño de un arroz. Me paré y salí al pasillo victorioso con la planillita con dos casilleros tachados...Sólo me faltaban nueve más.

continuará....