Pequeña historia de
avión
Volviendo a Buenos
Aires, me toca compartir el asiento con Vika, una mujer belga que
aparenta 50 años bien llevados. La charla comenzó cuando una
singular angustia atacó por sorpresa a la vecina de asiento al otro
lado de Vika, una chica que aparentaba 17 años y su padre la empezó
a consolar en un idioma que por momentos me sonaba a un italiano
destruido por el cansancio. Vika levantó sus cejas y le intenté
decir que no es fácil viajar tantas horas. Empezamos a preguntarnos
al mejor estilo Tarzan y Jane, qué era de la vida de cada uno. Me
contó dos o tres veces que tenía cuatro hijos , la mayoría de
ellos profesionales. Ella trabajaba en Bélgica asistiendo
técnicamente a Siemens Corporation, en un cargo que según entendí
era alto. Venía a Argentina a Usuahia y desde allí emprender un
viaje por el sur, que es por donde empieza la mayoría de los
europeos, que es como visitar la casa de un vecino. La idea que tenía
era subir hasta El Calafate y seguir por la ruta de los siete lagos,
un paisaje fantásticamente parecido a donde vive Vika. Le conté que
la situación en Argentina no era la mejor, que la gente tiene
bastante resentimientos, pero que en la zona donde se iba a mover
ella, no iba a tener mayores dificultades ya que el turista
extranjero goza de inmunidad diplomática (ojo, extranjero con euros
y ojos azules). Cada cosa que le decía me decía “¡Wow!¿Really?”
y empecé a sospechar que no me estaba haciendo entender muy bien y
me decía “si, si, si” como a los locos para sacárselos de
encima. Detuve prudentemente mi charla para escarbar en mi cabeza
alguna palabra más de mi limitado inglés ya que con las trece que
venía enhebrando se me acababan las combinaciones. Vi que estaba
leyendo un libro enorme y le manifesté mi asombro. Siguió
obviamente con los “¡Wow!¿Really?” y empecé a sospechar que
Vika no entendía un carajo de lo que yo le decía. De pronto veo en
la tapa el nombre Vika seguido de un apellido que abundaba en
consonantes duras. Armé una pregunta que me terminaría de hundir
“¿This is you?” le asesté por la frente, y me dijo “¡Yes!¡It's
me!”. A lo que yo le contesté “¡Wow!¿Really?”. Frunció el
ceño más con desconcierto que con enojo y siguió concentrada en la
lectura. Así que saque la compu portable y me puse a escribir esta
historia. Cada tanto miro a Vika para ver si está leyendo su libro y
no puedo evitar preguntarme ¿Para que mierdas alguien lee su propio
libro con tanto entusiasmo y concentración. También sospecho que no
se trataba se su libro, sino de alguien llamado igual pero de
distinto apellido. Mi limitado inglés no me permite avanzar más que
el “¡Wow!¿Really?” que me juré nunca más pronunciar en voz
alta mientras viva. El efecto es parecido a decir “Candyman”
cinco veces frente a un espejo.
Me voy a ver una
película, mejor, aunque el abanico de opciones se limita a Las
tortugas ninja, los guardianes de la galaxia y corre por tu vida,
todas habladas en un español muy similar al que utilizamos para
imitar a los gallegos en los chistes.
Debí estudiar inglés
cuando pude.
“¡Wow!¿Really?”
me dice la voz de la conciencia .