El arquitecto Fonsecca, estaba a punto
de cumplir los 40. Muchas cosas había logrado en esta etapa de la
vida. Se había recibido con un excelente promedio, tenía un buen
trabajo, una esposa excelente y dos hijos que día tras día lo
llenaban de cariños y logros. Sin embargo había cosas que le habían
quedado en el tintero. Drogarse, lo que se dice drogarse, no lo había
logrado, pero dos porritos compartidos hacían que esta experiencia
fueran materia superada. Los deportes de riesgo se redujeron a dos
vuelos en avioneta de fumigar de su tío Salvador que lo llevó de
prepo cuando tenía diez años. De todas las materias pendientes, una
le llamaba la atención en particular: tomar una sesión
sadomasoquista. No estaba seguro de esto último, aunque cada vez que
podía miraba algo en youtube o leía algún foro. Había veces que
le causaba miedo y hasta llegaba a cuestionar el por qué la gente
pagaba altos precios por hacerse golpear o humillar. Por lo general,
según leyó, los más popensos a estas prácticas eran personas
poderosas o que tuvieran gente a su cargo. Pero pudo más la
curiosidad y se puso en campaña para sacarse esas dudas. Se contactó
utilizando un falso nombre via telefónica con algunos lugares. La
mayoría le preguntaban que tipo de práctica le interesaba y
Fonsecca no tenía idea que decir. Cierta tarde, dio con un lugar
donde lo atendieron amablemente. Por teléfono acordó una cita que
coincida con un viaje de trabajo. Pidió una chica rubia, vestida de
cuero negro y que no hable hasta empezar la práctica, que él iba a
ir guiandola a medida que entrara en juego, aclaró que era la
primera vez en este tema. Con muchos nervios, Fonsecca armó el
maletín y se despidió de su familia. Llegó al lugar de la cita y
apagó el celular. Se aseguró de dejar en el auto el maletin y la
billetera con toda su documentación y sus tarjetas de crédito.
Sentado en un amplio sofá, le cobraron la tarifa y lo hicieron pasar
a una habitación iluminada de azul. Lo sentaron en una silla y lo
ataron con correas. Todavía estaba vestido cuando se abrió una
puerta y se recortó una silueta sexy que traía algo colgando de la
mano. Se acercó haciendo sonar los tacos en el piso de madera. Era
una rubia espectacular como él había pedido y cuando estuvo frente
a él levantó una pierna y le pisó el pecho. Con la mano libre le
soltó las correas de las manos y Fonsecca quiso tocarla pero le dio
dos tremendos fustazos en las manos. Bajó su pierna liberando al
arquitecto y le señaló el piso. Fonsecca no entendía pero estaba
muy excitado y el corazon le galopaba fuerte. La rubia insistió con
el ademán, y Fonsecca solo levantó las cejas. La rubia estalló y
gritó “¡ARRASTRATE!”, pero con un acento de provincia que sonó
como ashastrate, patinandole la erre dandole a la escena un color muy
gracioso. Fonsecca reprimió una risa lo más que pudo, hasta que la
rubia le repitió la sentencia y ahi el arquitecto un poco por los
nervios y otro poco por la situación estalló en carcajadas. La
rubia, acostumbrada a que la obedezcan se desarmó en llantos,
intentó una vez más someter al pelotudo de Fonsecca y el resultado
fue patetico. Salió corriendo de la habitación diciendole a alguien
que el cliente no se portó bien, y de la nada salió un patovica que
le dijo “ Te vas o te saco”. Fonsecca no podía parar de reise de
la rubia que seguía quejándose y arrastrando las erres a los gritos
diciendo que no iba a trabajar nunca más. Así que el patovica lo
agarró del forro del traste y lo sacó a la calle. Lo vio un
patrullero y Fonsecca no hacía mas que reirse y reclamar que en el
burdel lo habían estafado en cien dolares. Tal fue el escandalo que
armó que terminó declarando en la policía. Días después, le
llegaría la citación a declarar. La rubia se llamaba Soledad
Pereyra y el unico ingreso era su tarea como prostituta, así que la
mina le estaba haciendo un juicio por lucro cesante o algo así. La
mujer de Fonsecca se fue con los hijos , del país, por vergüenza. A
Fonsecca no lo llamaron más por trabajos para el municipio, y hasta
ahora le pasa a la rubia lo poco que gana levantando quiniela
clandestina. Volvió a vivir con su mamá, y la semana que viene
cumple cuarenta y un años. !Feliz cumpleaños Fonsecca!