sábado, 30 de julio de 2016

Gloria y ocaso de una aplicación.


Hace unos años, unos becarios de la escuela secundaria técnica del barrio, trajeron una App que se llamaba Shazam. Básicamente consistía en “escuchar” una melodía , una canción y comparar un par de compases con una inmensa base de datos y descifrar el título de la canción , su intérprete y una captura de la tapa del disco donde fue publicada. Uno de los becarios comentó que estaba trabajando duro en una aplicación para celulares que iba a identificar a los dueños de los flatos de acuerdo al ruido que emitían. Para ello ya había conseguido emular el algoritmo de búsqueda de Shazam , pero lo más complicado radicaba en la confección de la base de datos. No solo tenía que grabar los flatos e identificarlos, sino que también debía barajar las alternativas entre flatos cortos, largos, secos o húmedos. Era un trabajo desagradable y más allá de lo divertido del proyecto, era inexacto y poco serio. Uno de los padres de los becarios les dijo “si hicieran algo de eso para detectar a través de los ruidos que hace el auto, cual es la falla y qué hay que cambiarle, serían millonarios”. Fue como una iluminación en la noche. Ese era el dato que les faltaba. Ya tenían el algoritmo de comparación, y para la confección de la base de datos, los becarios recorrieron infinidad de talleres buscando apoyo económico y sobre todo que los dejen grabar los motores de los distintos autos y lo más arriesgado, generarle fallas conocidas para lograr el cierre del proyecto. Con la ayuda de varios mecánicos y después de mucho tiempo de ensayo y trabajo, lograron detectar una bujía empastada en un Audi A3 del 2012 , un platino jodido en un Renault 12 Break 1978, y un carburador sucio en un Fiat Duna Weekend 1993.
El proyecto estaba listo para ser presentado en sociedad. Se iba a llamar Carl Shazam, un poco por el origen de la app y otro poco como una broma u homenaje al astrónomo estadounidense Carl Sagan.
Para presentarlo, pidieron el salón azul de la Universidad Tecnológica Nacional y pusieron a punto la aplicación que iba a ser presentada en pantalla gigante y transmitida por Skype y via web en la página de la Universidad.
Subieron hasta el tercer piso un Volskwagen Gol y pidieron que venga un grupo de mecánicos de la zona a poner a prueba el proyecto. Los becarios, luego de explicar lo complejo de la aplicación, pasaron al plato fuerte, la demostración en vivo. Pidieron a un mecánico de la sala que suba y provoque una falla en el auto exhibido, así cerrarían la demostración con un ejemplo práctico.
Del público, un pequeño hombre mal entrazado, subió al escenario. Pascual dijo llamarse, y se acercó al auto. Pidió que no lo miren hacerle la falla para que no truchen la aplicación, los becarios se rieron y apagaron la cámara que lo estaba filmando a Pascual. El mecánico vio que algunas cosas del motor no estaban del todo bien y las corrigió de acuerdo a su criterio, también aflojó una correa y puso unas tuercas y arandelas en el motor por donde se lubrica con aceite. Esto debería provocar un montón de confusas señales pensó Pascual y se puso en un rincón mirando sobrador.
Uno de los becarios entró al auto y le dio arranque. El ruido fue insoportable y parecía que el auto se estaba por desarmar, el público pidió parar la prueba pero la aplicación estaba explorando el origen de la falla. No podían detener las pruebas a esa altura, todos estaba expectantes de la pantalla de la aplicación. El relojito giraba hasta que se detuvo. La pantalla exhibía un mensaje que decía “detectando falla 30%”. El avance de la detección era lento y la cara de Pascual parecía desarmarse puesto que podría quedar al descubierto la mano sucia del mecánico. Cuando la detección iba por el 85% los rostros estaban congelados mirando la pantalla gigante, la web de la Universidad era trending topic hasta que la aplicación indicó “Falla detectada – coincidencia 100%”
Pascual desapareció aprovechando la expectante mirada a la pantalla.
La aplicación indicó:

Falla: Kioto
Modelo: Bangarang
Año: 2011
Marca: SKRYLLEX

Los becarios apagaron todo y se fueron corriendo….
Nunca más se supo de ellos.

Carta abierta a Nicolás Cabré


San Nicolás, sábado 30 de julio del 2016

Estimado Nicolás Cabré:
Hace unos meses fui para Capital Federal a ver la obra de teatro “Nuestras mujeres” en el CITI. Cuando terminó la función comí algo por la misma cuadra del teatro en calle Corrientes y al salir a buscar mi auto para volver junto con mi mujer a casa, te vimos salir del lugar donde estás presentando tu trabajo “El quilombero”. Te vi rodeado de algunas mujeres que te esperaron para sacarse una foto con vos. La mayoría iban en grupo y solo se limitaban a sacarse de a una la foto, darte un beso y salir caminando compartiendo el testimonio en alguna red o chequeando que la luz y el foco estuviesen en condiciones. Te vi siempre bien dispuesto y sonriendo mientras un muchacho de traje te esperaba pacientemente a modo de patovica. Cuando más o menos pudiste zafar del grupo dejando a todas conformes, te alejaste caminando. Justo con mi mujer íbamos a escasos pasos tuyos cuando te interceptó otra chica que abrió sus brazos y te dijo “¡Nooo...con vos me saco una foto!” y sacó su celu y lo seteó mientras el patovica siguió caminando sin dejar de prestarte atención. Te pasamos mientras la chica te acogotaba en una interminable sesión selfie. Como a las demás, le diste un beso y se alejó. Ahí retomaste tu paso y quedaste caminando mas o menos treinta metros al lado nuestro. Te hacía más alto y más antipático, de verdad. Cuando ibas caminando al lado nuestro pensé en saludarte, o felicitarte por algún trabajo en el que te haya visto, pero no se me vino ninguno a la cabeza en ese momento y me pareció demasiado saludarte así porque sí y pararte para otra foto más. Seguimos caminando y pensé en decirte lo mucho que me gustó una historia que contaste en lo de Mirtha Legrand acerca de tu viejo. Contabas que se había puesto muy contento un día que cambió el estéreo del auto mientras que vos tenías un auto nuevo. En como las cosas simples te seguían emocionando.
Pensaba en esto y te miré y te ví cansado, tenías los ojos mirando el piso pensando quién sabe qué cosa y justo levantaste la cara. Te hice un gesto (bajé un poco la cara y levanté las cejas como preguntando ¿todo bien?) y me hiciste un algo parecido a un “si, todo bien”. Ahí aflojamos las caras y nos miraste un ratito más a mi mujer y a mí y te fuiste a alcanzar al patovica que iba despacio mirando el celular.
Te vi simple y sincero . No la careteaste con nadie, y eso me cayó muy bien Nicolás.
Eso es todo, nada más.

Saludos