miércoles, 15 de octubre de 2014

Día 38 - La herencia


Mi trabajo de oficina me tiene muy mal.

 Todos los días lo mismo, el mismo café sin gusto, las mismas charlas de siempre, los mismos horarios, las mismas caras. Esta insoportable rutina/ruina hoy ya no resulta tan desagradable. Por suerte, a veces en un montón de mierda uno puede llegar a encontrar un pequeño diamante que justifica una vida de sacrificios. Miro a todos porque tengo en la manga un dato que me pone por encima de sus tristes vidas. La semana pasada vino a visitarme un señor de traje elegante que hablaba como los pastores de la tele a la medianoche. Me llamó por mi nombre y apellido y me mostró la copia de mi partida de nacimiento, dentro del maletín se veían unas carpetas con documentos sellados y un libro de actas muy viejo. Lo hice pasar y se sentó en el living, me dijo que llame a mi mujer (se refirió a ella por su nombre) que tenía importantes novedades para darnos. Sacó dos perfectos árboles genealógicos nuestros, ahí se leían perfectos los nombres de nuestros antepasados pero aún no sabíamos que tenía que ver esto con nosotros y que quería este pastor brasilero de nosotros. Cerca de la rama de mis tatarabuelos maternos se encontraba encerrado el apellido de mi tatarabuela: Correas. El hombre nos refirió que Evelina María Correa era descendiente directa del Comendador Domingo Faustino Correa de Almeida, un hombre al que se le usurparon ilegalmente unas tierras en Brasil y después de mucho tramite legal, el estado Brasileño iba por fin a indemnizar a todos los herederos del Comendador. De acuerdo al grado de parentesco, mi tatarabuela hubiera heredado cerca de cinco millones de dólares. Lamentablemente habría que validar el linaje y hacer el reparto entre los herederos vivos, a lo que el abogado brasileño sacó un acta con cada uno de mis primos (estaban todos ahí, algunos marcados con un resaltador). Al lado de cada nombre había un 720.000. Pregunté que era ese número y el abogado dijo "Es lo que le corresponde a cada heredero de su línea. A ustedes les correspondería 720.000." ¿Pesos? pregunté. Se sacó los anteojos y dijo "Dólares. Tiene una hija tengo entendido ¿es así?" Yo me estaba recuperando del pre infarto y le dije que sí. "Ah, eso es un problema...a ella le corresponderían 150.000 dólares pero lamentablemente no tienen ni usted ni su hija la carta de linaje. Es un trámite costoso y lleva un par de meses. Si nos apuramos en una de esas llegamos a presentar la lista de herederos antes de fin de año en el estudio de la ciudad de Paraná." Me contó que el trámite de la carta de linaje cuesta entre 10.000 y 15.000 pesos dependiendo la línea de descendencia, mientras más lejos, menos era la herencia y menos costaba la carta de linaje. Así que saque un préstamo en el trabajo y le pagué al abogado, el cual me entregó toda la documentación legal para cuando nos llamen de Paraná. Me dijo que ya estaba todo en orden, que no faltaba nada, que el dictamen saldría a más tardar a fin de este año.

Por eso, mientras miro a estos pelotudos de la oficina tomar su cafecito tibio mientras se ríen de las boludeces que hace Villarino de contaduría y le tiran bollitos de papel al canasto del idiota de Pernía. A más tardar a fin de año me iba a ir a la mierda, a vivir como Dios manda, lejos de estos grises ratones sin futuro. Que felicidad que tengo adentro. Que lindo va a ser decirle a Martínez nuestro jefe, que me voy a la mierda y no sepa como carajo se cierra un balance dibujado. Que lejos me veo de esto.

Muchas gracias Domingo Faustino Correa por rescatarme de esta gris existencia. 

Día 39 - La otra obra


Hace un tiempo fui a darle una mano a un amigo con un festival de teatro. Básicamente me encargaba de conseguir o fabricar escenografía, utilería y conectar cables. Se presentaban alrededor de tres elencos por noche y el festival duraba cuatro días. Era mucho trabajo en poco tiempo, pero estábamos felices cada vez que una obra salía bien. Una de las noches, se presentó una obra que se llamaba "Alto apocalipsis" que trataba con humor la llegada del fin del mundo y al protagonista lo agarraba encerrado en el baño de un shopping. Hicimos la escenografía de un minúsculo cubículo de baño con portarrollos de papel, perchero, inodoro, etc. Un trabajo maestro. Durante la obra, el protagonista habla con diversas personas desde su celular ya que es su única manera de despedirse de los que quiere ante la inminente muerte global. Comenzó la obra y atrás de la escenografía estábamos con José, otro técnico, sosteniendo la estructura del cubículo ya que en algún momento el protagonista iba a empezar a tratar de derribar los tabiques y teníamos que sostener todo para que no se venga abajo. De pronto entró una misteriosa mujer que se sentó unos metros atrás en una mesa con una linternita de vincha y un texto en la mano. Llamaba la atención que alguien haya elegido ese punto oscuro para ponerse a repasar la letra, pensamos creyendo que se trataba de una actriz de la obra que venía después de "Alto apocalipsis". La obra se desarrollaba normalmente hasta que escuchamos una charla que el protagonista tiene por teléfono con un amigo que supuestamente lo engaña con su mujer. Sentimos un murmullo y miramos hacia el lado de la mujer sombría y confirmamos la sospecha, ella estaba hablando con el protagonista con su celular. Era increíble, el tipo no estaba actuando, estaba conversando en forma real con la directora, que por otra parte nos enteramos que era su madre, recreando todos los diálogos. También nos enteramos en ese momento, que el actor tenía mala memoria y no pudo retener gran parte del texto. Mientras sosteníamos la escenografía (no sabíamos bien cuando iba a empezar la hecatombe) nos mirábamos con cara de "no puede ser". Era todo tan surrealista y hasta gracioso, hasta que pasó lo que pasó, la extraña dama se acercó con su linternita y mirándonos con pánico nos dijo "me quedé sin crédito ¿qué hago?". Nos miramos con José mientras el protagonista le gritaba a su celular "¡contestame boludo! ¡No me dejés con la palabra en la boca!" y la gente se reía mucho. Le dimos nuestros celulares a la madre/directora y no pudo comunicarse con su hijo/actor porque tenía bloqueados a todos lo usuarios menos a su mamá. Ya con José nos mirábamos mal, no entendíamos cómo se puede presentar alguien en un festival con la obra tan verde. La madre/directora se acercó al hueco que hicimos para poner la falsa cañería del inodoro y por ese agujero le soplaba la letra al hijo/actor. Era increíble, José soltó la estructura y me dijo con señas "me voy a la mierda, dejá que estos irresponsables se arreglen como puedan". Lo convencí de quedarnos un rato más, que ya terminaba, que piense en el festival. Y así nos quedamos hasta el apagón final que nos fuimos a la calle a fumar un pucho. Desde allí se escuchaban los mal merecidos aplausos de la multitud de pie. Salió uno de los sonidistas y nos llamó, nos dijo "¡Che, entren que Cesar (el hijo/actor) quiere decir unas palabras!". Allá fuimos con José, entramos en la sala justo cuando César, el hijo/actor decía: "Quiero agradecer a Hugo por haberme hecho parte de este sueño que es este maravilloso festival, a los chicos del sonido que hicieron posible esta obra y por sobre todo, quiero agradecer a mi madre, que también es la directora de esta obra y que es mi vida y mi red que nunca nunca me dejó ni me dejará caer. ¡Mamá, te quiero mucho!" y la gente aplaudió más que nunca mientras desde lo oscuro venía la madre/directora con la linternita en la frente y llorando emocionada mientras abría sus brazos para recibir al desmemoriado retoño. José y yo puteamos al sonidista por hacernos tirar al pedo los dos últimos marlboro nacionales que nos quedaban.