jueves, 28 de agosto de 2014

Dia 60 - Personajes del barrio

Todos en el barrio conocían a Carlitos el loco. El flaco vivía en una esquina con su abuela y se vestía exactamente igual en invierno que en verano. Tenía el corte de pelo de Largo, el personaje que hacía de mayordomo en Los Locos Adams. Tenía la costumbre de asustar a los chicos quedándose quieto con las manos juntas como sosteniendo algo frágil y silbándole suave, y cuando los chicos se acercaban lo suficiente, abría grande los ojos y las manos y gritaba descontrolado mientras los chicos salían corriendo, la mayor parte de las veces traumados y llorando. Carlitos jamás se reía. Los muchachos de la comparsa, le ofrecieron a Carlitos vender rifas para comprar las plumas de colores para los trajes, y el chabón por fin pudo rebuscarse un mango. Este minúsculo ingreso le permitía costearse los vinos y cigarrillos Pall Mall. Desde que descubrió el valor del dinero, empezó una serie de emprendimientos turbios. A los muchachos de la comparsa, los garchó cuando se ofreció a comprar las plumas de colores y se afanó unos plumeros del supermercado de don Salvador y con unos papeles crepe de colores las tiñó.El quilombo vino cuando la comparsa bailó en los corsos de Corrientes y los agarró la lluvia de febrero dejándolos todos de color gris clarito, ganándose el apodo de "La comparsa de plomo". Cuando se le cortó el curro, y viendo que Carlitos tenía una cartera de clientes importante, se decidió a vender sus propias rifas. Con unos talonarios que le quedaron de la imprenta de la cual era cadete, armó rifas por televisores color. Para ello vendía los números y el día del sorteo, jugaba todos los números vendidos a la quiniela a la cabeza. Si el número vendido ganaba, compraba un televisor color con el dinero obtenido del premio y lo que le sobraba era ganancia neta. Le fue muy bien con esta jugada, hasta que decidió ir por todo. Con el dinero obtenido, compró el acostumbrado televisor en cuotas, pagando sólo la primera y quedándose con el resto. Su capital crecía exponencialmente como su mala fama. Un día fue al límite, Carlitos organizó un baile y el premio iba a ser un automóvil cero kilómetro, un Torino. Nadie sabe como obtuvo el apoyo del Padre de la Parroquia Espíritu Santo y la venta de entradas le redituó mucho dinero. El día de la cena, no había ni comida, ni platos, ni mesa, ni Torino, ni Carlitos...
Los estafados vecinos lo buscaron por cielo y tierra. Al loco no le daba como para organizar una fuga ordenada sin huellas, pero si había cagado a todo el barrio, era capaz de cualquier cosa. Una semana después apareció. Las putas del barrio le pusieron las quejas al presidente de la comisión vecinal. Carlitos se les había instalado y se patinó toda la guita en mujeres, champan, y cigarrillos...
El presidente sugirió internarlo, pero los vecinos insistían en cagarlo a golpes. Tanto fue el despelote que terminó intercediendo el Padre de la parroquia, protegiendo al desamparado víctima de las circunstancias. Prometió ocuparse personalmente de él y hacer un hombre de provecho y enderezarlo. No muy convencidos , los vecinos dejaron al Padre hacer su trabajo.
La paciencia del Padre fue infinita, hizo lo que pudo.
Pero estalló en colera cuando Carlitos le tomó todo el vino de la misa, vendió el cáliz, y todo lo de valor y se afanó la plata de las limosnas. Se llevó el Renault 4 L del cura y nunca más lo vieron.
 El cura aún lo putea en sus oraciones de los domingos.