viernes, 2 de enero de 2015

Día 14 - Millenium dust


“Tengamos ideales elevados y pensemos en alcanzar grandes cosas, porque como la vida rebaja siempre y  no se logra sino una parte de lo que se ansía, soñando muy alto alcanzaremos mucho más. Para una voluntad firme, nada es imposible, no hay fácil ni difícil; fácil es lo que ya sabemos hacer, difícil, lo que aún no hemos aprendido a hacer bien”.

Dr. Bernardo Houssay (1887 – 1971)

 

Por el año 86 comencé a proponerme cosas realmente trascendentes, cosas que poca gente pueda lograr. El abanico en un principio amplio, implicaba demasiado esfuerzo, dinero o inteligencia, así que fui desestimando la idea de la trascendencia y la gloria ya que carecía de las tres virtudes prexistentes. Fue una noche de diciembre que vino a mi cabeza una luz. Estaba mirando por la tele una maratón de 8K de San Silvestre que dura desde el 31 de diciembre hasta el 1 de enero de año siguiente y la inspiración dijo: "¡Hay que hacer algo que dure dos años como esa carrera! ¿Pero qué?" y la respuesta me sorprendió cuando en el baño de casa me estaba masturbando. La paja de San Silvestre venía a ser el reto a vencer. No era poca cosa, había que estar sano física y mentalmente, pero por sobre todas las cosas inspirado y con el tiempo justo para hacer coincidir la eyaculación con las doce campanadas. Los primeros años fueron imposibles. Como casi siempre pasábamos las fiestas en familia, costaba abrirse un hueco justo antes de las doce para llevar a cabo la empresa. Siempre alguien te golpeaba la puerta para saber si estabas bien o para avisarte que venían las doce. Una vez se me ocurrió atrasar todos los relojes diez minutos, tiempo suficiente para que nadie venga a interrumpir. Mi casa era un lugar asincrónico con la realidad, hasta había cortado el cable de la tele para no tener un conteo oficial. El único reloj en hora era el que tenía en la muñeca. A dos minutos de emprender el cometido llamó por teléfono mi tío Juan para saludarnos  y nos avisó que como ese año estaba lejos quería brindar en tiempo real con nosotros. Mi vieja le dijo que que lindo gesto pero faltaban diez minutos, a lo que mi tío le recordó que ya era el tiempo y me fueron a buscar corriendo al baño para que salude a mi tío. Ahí cayeron que todos los relojes estaban atrasados y se miraban los unos a los otros. En ese momento, otro año se me fue de las manos, literalmente. Ya por el año 96 me fui a vivir solo, inventando una excusa para tener libre la medianoche del 31 de diciembre. A mis familiares les inventé que iba a pasarla con amigos y a mis amigos les dije exactamente lo contrario. El plan iba de maravillas, hasta que encontré una vecina de departamento que se quedaba sola y la familia estaba de viaje. Entre charla y charla nos contamos de nuestra soledad y decidimos terminar el año juntos. Una idea me asaltó en plena noche "¿Y si en lugar de la paja de San Silvestre hacía el polvo de San Silvestre?" . El propósito era muy ambicioso pero dadas las circunstancias era altamente probable que suceda, así fue que empecé a llevar a mi vecina al terreno de los sentimientos, de las soledades y de la suerte de tenernos. Llegando a las doce menos veinte la llamó por teléfono su ex, aparentemente ella lo pasaba sola porque el tipo la había engañado y ella lo había dejado. Las posibilidades eran dos, o la dejaba hablar con su ex  y cumplía con el primer y básico objetivo de la paja de los dos años, o esperaba a que corte e insistamos por el polvo de los dos años. Mi ansiedad me taladraba el cerebro. Si cortaba a las doce y cinco, sea cual fuere el resultado, la paja vería postergado un año más su cometido, pero si lograba la paja por ahí se me arruinaba el polvo con mi vecina y contar esto último era bochornoso e incontable. Pasó lo que tenía que pasar, la mina cortó llorando a las doce y media, me abrazó y me pidió disculpas y me dijo que quería estar sola. "¡La putísima madre que las reparió!" pensé y me despedí amablemente y con una calentura mal. El año 99 me trajo una revelación, iba a ir por el reto mayor, el polvo del milenio. Iba a unir el año 1999 con el 2000 con un polvo. Ya estaba de novio formal y desde septiembre venía trabajando a mi chica para ir a San Martin de los Andes a pasar el fin de año. Mis ahorros mermaron a cero y compré anillos para anunciarle a las doce menos cuarto mi intención de casarme con ella y sin dudas me iba a echar el polvo del milenio. El plan era un reloj suizo, iba sin problemas, sin sobresaltos. Corría el día 31 de diciembre del 1999 a las 23:30 hs y era momento de empezar las acciones previas. Justo cuando estaba por lanzar la propuesta que no iba a poder rechazar, a lo Corleone, mi chica me dice "Tengo una sorpresa para vos". Temblé, pero me dije para mi mismo, "Sea lo que sea tiene que ser lindo, y tendría que desembocar en un polvo y todo estaría bien, de paso en una de esas me ahorro la propuesta de casamiento y podría devolver los anillos aún sin grabar y recuperar parte de los ahorros. "Sentate" me dijo y me vendó los ojos. Esto pintaba mejor de lo que creía. Polvo y perversión de milenio, ahora sí el corazón se me iba a saltar. Sentí que se alejó unos pasos y con vos suave me dijo "¡sacate la venda!" El milisegundo previo imaginó cualquier cosa y realmente estaba al palo. Me saqué la venda de un tirón y la mandíbula se me estrelló contra el piso como el los dibujitos animados. "¡Sorpresa! " gritaron los parientes de ella, una manga de gringos con los brazos llenos de bebida y comida. "Justo mis tíos estaban en Bariloche y me costó pero los convencí de que vengan a pasar las fiestas con nosotros. ¡Viste que lindo!" Se me detuvo el mundo, el corazón, menos el ojo derecho que me empezó a latir feo. Me desperté en la guardia de un hospital, u enfermero me encandilaba con una linternita y me pregunta cosas como mi nombre, mi edad y el día en que vivimos. Cuando me dijo que estábamos en el día 4 de enero del 2000 y que no me acordaba de nada, empecé a trazarme nuevas formas de pasar a la trascendencia. Ya no me parecían imposibles las primeras opciones, las que involucraban dinero, esfuerzo e inteligencia.