domingo, 29 de junio de 2014

Dia 87 - Ficción

Cuando Marcelo Benítez tenía 14 años, consumía más Rock del que podía tolerar la paciencia de su madre, sin embargo su papá lo alentó a formar su propia banda. Primero buscó entre sus amigos y compañeros de escuela y logró reunir un par de almas dispuestas a compartir su pasión. Su instrumento fue la guitarra y cantaba sus composiciones, algo rudimentarias pero que para empezar estaba bien. El exito de la banda era modesto y se reducía a familiares, amigos y la gente que le prestaba el amplificador y los parlantes. A pesar de la insistencia de los miembros de la banda de tocar temas conocidos de grupos famosos a modo de gancho, Marcelo se mantenía firme en la extraña convicción de triunfar como "el grupo que jamás tocó temas de otros".
De a poco, y más debido al mal carácter que al poco exito del grupo, de a uno los miembros  se fueron a formar otros grupos o directamente dejaron la actividad por el deporte o el estudio. Marcelo los fue reemplazando con secuenciadores electrónicos y maquinas de ritmo, que no solo lograban un sonido más puro y una cadencia más minuciosa, sino que tambien no se oponían a sus caprichos. Obviamente al contar con menos integrantes, la banda tenía menos público ya que solo iba a ver sus recitales su padre y el dueño de la camioneta que le llevaba los equipos.
Angustiado por la falta de público y tanto esfuerzo tan poco reconocido, Marcelo dio un volantazo en su carrera: Si el publico no venía a él, él iría en busca del público. Así empezó a frecuentar festivales y lugares donde ya había formada una concurrencia que le asegurara un par de aplausos y así pudieran descubrir su talento. Grande fue su decepción al ver que una gran parte del público que había ovacionado a un grupo anterior a él, se iban ni bien enunciaban su nombre y el resto de la gente de a poco entre tibios aplausos desaparecía como por arte de magia o descomposición.
Así fue que se ofreció para animar fiestas poniendo música, cantando y haciendo participar a la gente. Al principio tuvo un singular exito, hasta que se le ocurrió cada tanto meter uno o dos de sus temas. La gente le empezó a dejar de prestar atención y se concentró más en la comida de las fiestas que en la actuación de Marcelo.
Para poder seguir alentando su pasión, grabó aplausos y coros de sus canciones así cuando se presentaba se aseguraba una notable repercusión. Sin embargo la gente , a pesar que había una suerte de arenga artificial, seguía restando atención al artista.
En vano fueron sus intentos de poner pantallas gigantes donde se proyectaba un publico falso enfervorizado pidiendo a gritos "Otra, otra".
Ya las fiestas dejaron de llamarlo porque no respondía a las solicitudes del publico real y dejó de salir a la calle.
Ahora Marcelo tiene Twitter.
Está solo pero lo siguen 5 millones de personas.
Es todo un exito.