jueves, 13 de noviembre de 2014

Día 25 - El cumpleaños de Patricia.

Estaba por llegar el cumpleaños 40 de Patricia y una sorpresa se estaba cocinando en la casa de los Suarez. Cristian, su marido, nunca fue muy demostrativo, pero se mostraba más raro y esquivo que nunca. Hablaba poco con los hijos y los parientes no lo encontraban nunca en los lugares que solía frecuentar. No tenía trabajo fijo y se ganaba la vida pintando casas. Patricia era un ama de casa venida de España a los 2 años con unos tíos. Prácticamente la habían criado. En Bilbao se encontraba su madre de 65 años a quien sólo había visto tres veces desde su llegada a Argentina. La relación entre ellas nunca estuvo muy bien pero trece años sin dirigirse palabra, a Cristian le parecía una exageración. Los regalos de cumpleaños de Cristian nunca pasaron de electrodomésticos que duraban exactamente hasta el día después que caducaba la garantía, ahí Cristian lo desarmaba y lo dejaba junto a otros artefactos descompuestos logrando así la mayor colección deaparatos inutilizados por la mano del hombre jamás vista.
Vanos fueron los intentos de sacarle palabra a Cristian acerca de qué tramaba que estaba tan parco y misterioso. Sin dudas en algo andaba.
Y llegó el cumpleaños tan esperado.Los hijos de Patricia le hicieron unos dibujos, el resto de la familia le enviaron flores con tarjetas con frases. La comida la cocinó toda Patricia y el poco tiempo que le quedaba lo destinó a limpiar sola la casa ya que Cristian no apareció en todo el día. Cerca de los brindis, Patricia no daba más, se quería acostar a llorar en silencio cuando apareció Cristian con tres claveles y un sobre blanco, aparte de eso nada más. En silencio y con mala cara se los dio rumendo un "feliz cumpleaño che" seguido de un seco beso en la mejilla.
Desconfiada, Patricia abrió el sobre sacó una carta y algo parecido a una entrada de algún costoso espectáculo. Leyó pacientemente la nota y su cara fue pasando por muchos estados, desconcierto, rabia, tristeza, alegría y terminó llorando y abrazando a Cristian como nunca lo había abrazado. La emoción le corría por el cuerpo mientras que Cristian hacía gestos de suficiencia. Patricia se recuperó un poco de la situación y explicó al resto de los presentes. El regalo de Cristian consistía en un pasaje de avión para que Patricia se reúna con su madre. Explicaba en la carta que ya había hablado muchas veces con la madre y que estaba dispuesta a dejar atrás el pasado y pedir disculpas por lo malo, pero que necesitaba verla. A la madre de Patricia se le hacía imposible ya que un problema de claustrofobia le impedía viajar en aviones. Así que Cristian tomó unos trabajos extras que le llevaban el poco tiempo libre , la energía y por sobre todo el buen humor. Algo de dinero le habían adelantado por trabajos a futuro y otro tanto lo habria pedido prestado a sus amigos. Tamaño esfuerzo había coronado la noche de los cuarenta de Patricia. Pero contrariamente a lo esperado, le devolvió el pasaje y le agradeció no menos de diez veces y le pidió perdón no menos de veinte. Dijo que no podría aceptarlo nunca, que lo agradecía infinitamente y que era el gesto más maravilloso que alguien hubiera jamas tenido para con ella. Lloraba mucho de nuevo y Cristian la abrazó. Patricia le dijo que si bien no iba a viajar y que esa deuda no justificaba unos días de reconciliación con su madre, hizo un mea culpa silencioso y prometió llamar a su madre y retomar el vínculo perdido con ella, y que no era justo que Cristian se matara trabajando para solventar algo que era posible realizar de otra manera, con otros medios. Le pidió una vez más devolver el pasaje y el dinero a lo que Cristian accedió ya casi con desgano. El problema era la multa de $500 por la anulación del vuelo, pero Mario, el hermano de Patricia, conmovido por el gesto de Cristian, sacó la billetera y le dio el dinero. "No me debés nada cuñado. La felicidad de mi hermana es mi felicidad" dijo mario y se fue con su familia antes de quebrarse y llorar en público. Lo hijos se fueron con los primos y Cristian quedó solo con su copa de sidra barata abajo de la parra.
La mirada seria se había aflojado y casi se le adivinó un suspiro.
La mañana siguiente sería igual a las de siempre, mate, galleta y una hora de colectivo para llegar a su trabajo. En el último tramo del viaje, se subió al transporte su compañero Rubén. Se le acercó entre la gente y lo saludó seco. Cuando bajaron del colectivo, Ruben solo le preguntó "¿Y?". "Cómo un engranaje negro" le dijo Cristian. "Se creyó todo la Patri"."¿Y las charlas con la vieja?". "Ah, a eso lo hice desde el teléfono del mono, que lo tiene libre y se puede llamar a quien sea el tiempo que uno quiera. La cagada era que las llamadas eran de noche, así que llegaba a cualquier hora de vuelta y la loca sospechaba algo." "¿Así que te salió gratarola la joda y quedaste como un duque hijo de puta?" Apurando el paso Cristian concluyó "Gratis no boludo...Mucho mejor que eso. El pajero de mi cuñado me dio media luca para ir de putas y todo".