miércoles, 9 de marzo de 2016

Aracnofobia - El fin de un amor

Hace unos años , yo formaba parte de un grupo de teatro vocacional. Ensayábamos obras de dramaturgos europeos y también se nos daba por improvisar escenas de diario llevadas al extremo. El grupo era bastante numeroso y costaba ponernos de acuerdo sobre todo en la forma de abordar los temas. La mayoría eran muchachas de entre 17 y 23 años. Los poco jóvenes masculinos, buscábamos la manera de aparearnos con alguna de estas chicas en flor. Particularmente yo venía haciendo un trabajo finísimo en Malena, la más alegre de las chicas. Las estrategias que intenté con ella iban desde la táctica de la lástima (ya me voy a extender en este concepto) hasta la figura del winner con la respuesta espontánea e ingeniosa a flor de labios  que me venía dando resultado hasta ahora.
La jugada perfilaba bastante bien y la iba a definir esta noche al finalizar el enésimo ensayo de "Las aventuras de Royalita y Puloi". La obra víenía demorada y el estreno era inminente. Si salía todo como Dios manda, Malena se iba a relajar, yo la acompañaría hasta la casa pero antes íbamos a pasar por mi depto a buscar la última corrección del texto que veníamos trabajando. Si todo cuadraba, Malena terminaba su noche conmigo.No podía fallar.
Esa noche el ensayo tuvo lugar en un salón de la comisión vecinal del barrio. Era un galón enorme con una salita acomodada para las clases de yoga, más atrás había un enorme depósito de motores, maderas y chapas destinadas a reciclar y ser destinadas a la venta para reacondicionar el salón. Pasando entre la mugre, había un laberíntico pasillo que llevaba al único baño instalado que constaba de un inodoro limpio, un lavatorio, un toallero y un rollo de papel higiénico apoyado en un banquito.
Quisieron los nervios que el estómago empezara a pedir a gritos un baño, inevitablemente me estaba cagando. Sentía escalosfríos y sudaba como animal en celo. Corté el ensayo para ir al baño, no entré en detalles para no arruinar el plan en marcha. Lo único que me preocupaba, era que hubiera un desodorante de ambientes o al menos un par de fósforos para quemar la evidencia.
Me escabullí en el pasillo oscuro y apuré el paso llevándome todo por delante. La luz del celular (un nokia 1112) apenas me servía  para abrirme paso. Después de un infinito caracol llegué al inodoro y vi que el "baño" no tenía puerta alguna, que dependía de la suerte que nadie apareciera a buscarme cuando era lo menos oportuno. Me senté rápido y empecé el duro derrotero.
Aliviado y más lúcido, comprobé que había muchas telarañas y me acordé de mi aracnofobia. Cada rincón era una amenaza, cada sombra se movía y cada vez más mi miedo crecía irremediablemente. Con el celular iluminaba cada recoveco y una rejilla en particular se había hecho el blanco de mis sospechas. De allí iba a salir mi temeraria enemiga. Sin dejar de iluminar el piso, me estiré para agarrar el papel higiénico. Le metí el dedo mayor en el hueco del rollo y sentí unas cosquillas en la mano. Alumbré con el celular y veo las patas peludas de algo que salía lento y se me quería subir a la mano. Sacudí el brazo que tenía el papel y le pegué celularazos a algo que creí que seguía subiéndome al cuerpo. Me paré rápido y sin pensar y retrocedí todo lo que me permitieron los pantalones aún bajos a la altura de los tobillos. Perdí el equilibrio y retrocedí un millón de pasos hasta llevarme puesto un tabique de durlock que se quebró y pasé directamente a la sala de ensayos, con el culo cagado, con la cara desencajada, con el celular en la mano y transpirado a más no poder. Con este cuadro se encontró el grupo de teatro....y Malena.
De la araña nunca se supo nada. Al durlock, hubo que pagarlo.
A Malena no la volví a ver más.
Tengo miedo de encontrar a algún miembro de ese grupo en el facebook y que recuerde este penoso hecho.

Religiones, hombres y semáforos.

Hubo un tiempo que la gente se sentía sola y un poco el ombligo del mundo, hasta que a un grupo se les ocurrió un plan macabro: inventar a un ser invisible y poderoso que sea incuestionable que dirija los destinos de la gente a gusto y piachere de los cinco creadores. Sería apresurado y poco objetivo aventurar que se iba a llamar Dios, así que vamos a suponer que así fue.
Al principio todo marchaba de maravillas, puesto que Dios iba a solucionar cuestiones inexplicables y a perdonar esas cosas inaceptables para los hombres. Como el concepto era un tanto subjetivo, le dieron forma humana y crearon un sinnúmero de leyendas y prodigios como separar la luz de las tinieblas y crear todo en siete días, a pesar que los días no existían siquiera. Así fueron naciendo las religiones, algunas más cerradas, otras más liberales, unas con mayor cantidad de dioses, otras con seres terrenales dotados de algún poder, algunas contrapuestas con los principios básicos de la creación, pero más o menos todas se parecían.
La diferencia mas grande, tenía que ver con lo geográfico. Los hombres que habitaban tierras áridas, rezaban pero también trabajaban a destajo día tras día para hacer de su aldea, un lugar habitable. La escasez de recursos los obligó a cuidar mucho aquello que cosechaban volviendo sus carácteres hoscos y poco hospitalarios, no celebraban con mucha bulla ni hacían grandes festines para poder guardar para los tiempos poco prósperos. Estos hombres, pertenecieron mayormente a las razas arias y sajonas.
Por contrapartida, en las geografías más fértiles, las tierras proveían alimento y refugio para todos. Sólo hacía falta rezar para que la suerte no cambie y la madre naturaleza siga entregando sus frutos. Para ello se ofrendaban bailes y canciones regados de vinos y manjares que supieron cosechar en la bonanza. Difícilmente se guardaba alimento para tiempos malos porque no había necesidad, pocas veces faltaba de comer. Cuando este fenómeno sucedía, se hacían sacrificios matando un animal u ofreciendo alguna niña consagrada a los dioses para que vuelvan a proveer agua, lluvia para las cosechas y el regreso de los animales. Eran soluciones casi mágicas, que dependían más de los deseos que del esfuerzo.
Yo nací y vivo en la parte del planeta donde la geografía es prometedora y la suerte es la moneda en curso.
¿Será por eso que cada vez que llego a un semáforo en rojo cierro los ojos, cuento hasta tres y los abró esperando encontrarlo en verde?
Interrumpo este breve pensamiento desde la oscuridad de mis ojos cerrados cuando los automovilistas que esperan atrás mío me gritan "¡Daaaaleee pelotudo! ¿Estás dormido o qué?".
Sin dudas, son descendientes de países arios.