jueves, 9 de octubre de 2014

Día 41 - Había una vez un circo...


Hace unos años llegó a San Cristóbal el gran Circo Lombardi. Hay que admitir que el calificativo "gran" le quedaba holgado, pero para lo que venía por el pueblo no había demasiado para reprochar. La expectativa era grande, se calculaba que traían leones, tigres y un montón de esbeltas acróbatas y graciosos payasos. Grande fue la desilusión cuando vieron desfilar un cúmulo de personajes decadentes por la calle principal. Jacinto, el empleado de la pompa fúnebre, tenía más chispa que el más gracioso de los tres payasos. La vieja de la farmacia tenía más gracia y carne que Olga la trapecista que parecía literalmente un esqueleto forrado con cuero gris. A los animales no había que aplaudirlos muy fuerte porque corrían el riesgo de morir de un infarto. El que andaba bien era un domador de aves, que tenía amaestrados unos pájaros que en los ratos libres salían a alimentarse de lo que encontraban y a la siesta el domador los mandaba a afanar cositas chicas, aritos, billetes, dientes de oro, en fin todo lo que le pudiera sacar a un pobre. Pero el número fuerte era Piguetti, el lanzafuegos que era impresionante la longitud de la llama que lograba con un buche de querosén cortado con caña Palanca. La noche de la apertura del circo, se organizó un desfile por la calle central de San Cristóbal. Lombardi iba adelante vestido con un traje de capitán de barco color lila tirando tiros de salva al aire, atrás de él venían lo animales. Se sospechaba que los tiros eran de verdad, porque una vez el león lo mordió en una nalga y leyendo un  artículo de Pavlov, Lombardi había logrado dominar a las fieras con el ruido de los tiros. Más atrás venían las acróbatas, saludando en silencio para que no se aviven las bestias y se las coman. Al final venían los tres payasos con un rastrojero lookeado como una enorme cucha de perros, y cambiaban una entrada al circo por un perro o un gatito, que arrojaban a la cucha y adentro el Piguetti los mataba, los cuereaba prolijamente y los metía en grandes cajas con sal gruesa, que luego serviría de alimento a los animales y a las trapecistas. Cuando llegó el cortejo al circo, Lombardi empezó una perorata contando las bondades de unas botellas de agua con alcanfor y whisky barato con azúcar, que según él tenía grandes poderes curativos. Luego de la venta del inútil brebaje, y a modo de broche de oro, sonaban las trompetas de los payasos que anunciaban el plato fuerte de la inauguración, Piguetti el lanzallamas humano. En la penumbra se asomó un sombrío personaje portando una antorcha y enfundado en una especie de sobretodo rojo. Tiró el sobretodo y lucía una ajustada camiseta musculosa con una llamarada estampada en el pecho. La gente miraba en silencio atenta a lo que sería el plato fuerte. Medio pueblo estaba en la carpa esa noche. De la nada Piguetti sacó una botellita plástica y tomó un abundante trago del brebaje que luego escupió en siete pequeños chorritos que se transformaron en azules llamaradas de mediano tamaño. La multitud estalló en un aplauso estruendoso. Tomó otro trago y esta vez logró una llama finita y sostenida en el tiempo que denominaba como "la meada del diablo". De la nada empezaron a sonar una especie de tambores creando un gran clima de suspenso. Los payasos, golpeaban rítmicamente dos tanques de 50 litros con palos de escoba y cuando el clímax estaba en la cumbre, Piguetti tomó un trago mucho más sustancioso de la botella y la arrojó vacía a un costado. Hinchó su pecho y roció con todas sus fuerzas provocando una llama que incendió la carpa. Comenzó un caos sin igual, la gente corría, se atropellaban y todo terminó en un tremendo desastre. Los animales huyeron para siempre, muchos niños se extraviaron y Lombardi desapareció para siempre. La posible explicación del accidente fue que en lugar de la habitual mezcla de querosén y caña palanca, el adiestrador de aves fue al almacén de Ramos generales y en lugar de caña palanca consiguió caña piragua, de mayor graduación alcohólica, y en lugar del habitual y ordinario querosene, le puso nafta Fangio XXI que le afanó a una moto chopera de un hippie.

Desde ese entonces , Piguetti se gana la vida como promotor en las fiestas de ron Bacardi.

Del resto del circo nunca se supo más. Se sospecha que armaron una Mutual de empleados de comercio.

Día 42 - Rebelde sin causa


Se resistía a seguir a los demás.

Era la primera vez que pasaba. No era un día como todos. Significaba que algo no andaba bien.

Vanos fueron los esfuerzos para encausar al rebelde. Intentamos todo, arremeter por la fuerza, dosificar el suministro de agua, tentarlo a unirse a nosotros pero seguía firme en su capricho de quedarse justo donde estaba. Los tiempos ya estaban al borde de lo tolerable, la paciencia tiene un límite y esta situación no podría estirarse por más tiempo, el resto de la comunidad comenzaría con preguntas incómodas y las explicaciones nunca alcanzarían. Todo se tornaba inquietante. Aunque era pequeño resistía como un valiente dándonos a todos una lección de voluntad y perseverancia. Ausentes de recursos y a punto de desistir de nuestra titánica empresa, llegó a nosotros la solución en la voz de mi primo Nahuel: "¡Boludo, cuando tirés la cadena la próxima vez, largale mas o menos 30 centímetros de papel higiénico y vas a ver que se lleva a ese confite de mierda!"