jueves, 1 de septiembre de 2016

Hipoacusia




Había nacido sordomudo.
Su universo estaba cimentado en imágenes carentes de banda de sonido. Lo más parecido a un ruido eran las vibraciones que producían unas galletas cuando las mordía o las aceleraciones de los colectivos cuando pasaban por su lado.
Nunca escuchó música alguna, Beethoven, Louis Armstrong y Elvis le eran ajenos y lejanos, todos ellos gesticulaban algo que nunca iban a emocionarlo en absoluto.
Le llamaba mucho la atención cuando la gente en algunos salones unían sus cuerpos y se movían a algún ritmo, con una cadencia y hasta en una armonía que nunca iba a entender. Tampoco iba a entender como dos personas que gesticulaban unas frente a otras, a veces terminaban a los besos y abrazos y otras veces terminaban agrediéndose o dejando de verse para siempre.
Otra señal que le indicaba que era un extranjero en el mundo, consistía en los esfuerzos inútiles que hacían sus amigos, conocidos, parientes y anónimos para explicarle el por qué de algunas cuestiones que no iban a modificar en absoluto su vida.
La vida sin sonidos no le había desarrollado en particular ninguno de los otros sentidos en particular, olía y veía como cualquier persona. Su grado de dispersión era como el de cualquiera, ya que los estímulos visuales lo llevaban a pensar las distintas posibilidades de combinación o deformaciones. Esto había disparado su imaginación y le posibilitaba dibujar surrealismo con gran facilidad.
Vanos eran los intentos de sus amigos por entenderlo y sobre todo era inútil intentar preguntar cuestiones sumamente subjetivas en lenguaje de señas y no sabían como hacer para llegar a su corazón.
Mucho tiempo le dedicaron al plan y lograron entrenar a un montón de personas en lenguaje de señas, gente que iba a cruzarse “casualmente” por su vida durante el día haciéndolo sentir integrado a una sociedad que lo había excluido durante años. Durante todo un día lo iban a llevar por sus lugares preferidos y los actores le iban a preguntar y responder cosas en lenguaje de señas a lo largo de todo el recorrido. Para documentar la experiencia, pusieron varias cámaras en lugares estratégicos a modo de cámara oculta.
El día comenzó y el recorrido le pareció raro, mucha gente le comunicaba preguntas y le agradecían la ayuda o la información. Se sentía incómodo pero integrad a una suerte de diálogos casuales. Nadie lo esquivaba ni lo miraba torcido. Todos se mostraban gentiles y cordiales. El mundo era un lugar nuevo ese día.
Al final le contaron el plan y aparecieron todos los cómplices a saludar al sordomudo.
Días después subieron el video a las redes y el mundo lo coronó de likes y comentarios, tuvo muchas reproducciones y lo compartieron muchas personas.
Luego de varias semanas de ausencia buscaron al sordomudo. Tras varias horas lo encontraron en su cama muerto de una sobredosis de calmantes.
Nadie entendió que fue lo que le pasó.
No tenía motivo alguno para tomar semejante determinación.
No tenía familiares y fue olvidado al tiempo.


Unos minutos antes de tomar los calmantes, empapado en un mar de lágrimas y alcohol, pensaba que toda su vida había sido único, a su manera, el mejor en lo suyo, y ahora sus amigos le habían demostrado que con un mínimo de entrenamiento cualquiera podría ser como él…
Pero NUNCA él iba a ser como ellos.
Y empezó el camino de regreso.