miércoles, 13 de julio de 2016

Destinos


Se habían distanciado por una cuestión menor. Una estupidez entre madre e hija. Una de esas frases que se dicen por decir, por el placer de ganar una discusión idiota y que después el orgullo encarcela el perdón hasta volverlo una llaga en el alma.
Pasados los años la juventud te vuelve inmortal e irresponsable y ella tomó cada pedacito de vida para exprimirle todo el jugo que pudo. Su madre en cambio descubrió que un enemigo de verdad había crecido dentro suyo y se había vuelto indomable.
En vano las aplicaciones de rayos y los tratamientos intentaron devolverle unos años para volver sobre sus pasos y reevaluar la situación. La agonía te vuelve reflexivo y pedante cuando sabés que no tenés nada que perder. De alguna manera hizo que su hija se enterara de lo frágil de la situación y el escaso destino hizo posible el encuentro. Apareció en el hospital una mañana para contemplar el último estado del cuerpo de su madre. La quimioterapia había devastado a la mujer. Tres segundos duró el encuentro antes de salir corriendo por el pasillo maldiciendo a cada persona que se cruzaba en su camino. Tomó el primer ómnibus a ninguna parte y se perdió del todo y para todos.
Encontró la calma en las drogas y el alcohol y en vano fueron los intentos por detener esa loca carrera de escape a ningún lado.
Su madre murió sola y en una falsa sensación de paz que suele venir encapsulada en dosis de 20 miligramos.
En algún lado, ella se sumerge en un mar de alcohol y pastillas, y decide cortar su cabello como cortando con su pasado y su pesado lastre. La resaca puede más y la cabeza parece encontrar en el dolor una luz, una posibilidad, una esperanza. La oscuridad de la habitación le devuelve un poco de calma. La culpa le devuelve la identidad y las imposibles ganas de ver a su madre una vez más , la quiebran en un llanto inconsolable.
Sola, en una pocilga , se decide enfrentar a su destino. Se levanta y seca las pesadas lágrimas con una sábana, se cubre el cuerpo con ella y a tientas llega al baño. Como puede enciende la luz y con horror, el espejo le devuelve la imagen última de su madre tal cual la vio aquella mañana en el hospital. En una fracción de segundo retrocedió ahogando un grito y enredando sus pies con la sábana cayendo pesadamente contra el inodoro para desnucarse en el acto.
Su cuerpo fue hallado sin vida veinte días después.
Es raro el destino la forma que tiene de enfrentarnos con nuestros miedos.
A veces busca el camino más largo para resolver los asuntos pendientes, no conoce de apuros ni negocia con nadie.
Al menos hasta ahora.