Se habían
distanciado por una cuestión menor. Una estupidez entre madre e
hija. Una de esas frases que se dicen por decir, por el placer de
ganar una discusión idiota y que después el orgullo encarcela el
perdón hasta volverlo una llaga en el alma.
Pasados los años la
juventud te vuelve inmortal e irresponsable y ella tomó cada
pedacito de vida para exprimirle todo el jugo que pudo. Su madre en
cambio descubrió que un enemigo de verdad había crecido dentro suyo
y se había vuelto indomable.
En vano las
aplicaciones de rayos y los tratamientos intentaron devolverle unos
años para volver sobre sus pasos y reevaluar la situación. La
agonía te vuelve reflexivo y pedante cuando sabés que no tenés
nada que perder. De alguna manera hizo que su hija se enterara de lo
frágil de la situación y el escaso destino hizo posible el
encuentro. Apareció en el hospital una mañana para contemplar el
último estado del cuerpo de su madre. La quimioterapia había
devastado a la mujer. Tres segundos duró el encuentro antes de salir
corriendo por el pasillo maldiciendo a cada persona que se cruzaba en
su camino. Tomó el primer ómnibus a ninguna parte y se perdió del
todo y para todos.
Encontró la calma
en las drogas y el alcohol y en vano fueron los intentos por detener
esa loca carrera de escape a ningún lado.
Su madre murió sola
y en una falsa sensación de paz que suele venir encapsulada en dosis
de 20 miligramos.
En algún lado, ella
se sumerge en un mar de alcohol y pastillas, y decide cortar su
cabello como cortando con su pasado y su pesado lastre. La resaca
puede más y la cabeza parece encontrar en el dolor una luz, una
posibilidad, una esperanza. La oscuridad de la habitación le
devuelve un poco de calma. La culpa le devuelve la identidad y las
imposibles ganas de ver a su madre una vez más , la quiebran en un
llanto inconsolable.
Sola, en una pocilga
, se decide enfrentar a su destino. Se levanta y seca las pesadas
lágrimas con una sábana, se cubre el cuerpo con ella y a tientas
llega al baño. Como puede enciende la luz y con horror, el espejo le
devuelve la imagen última de su madre tal cual la vio aquella mañana
en el hospital. En una fracción de segundo retrocedió ahogando un
grito y enredando sus pies con la sábana cayendo pesadamente contra
el inodoro para desnucarse en el acto.
Su cuerpo fue
hallado sin vida veinte días después.
Es raro el destino
la forma que tiene de enfrentarnos con nuestros miedos.
A veces busca el
camino más largo para resolver los asuntos pendientes, no conoce de
apuros ni negocia con nadie.
Al menos hasta
ahora.