No siempre las medidas extremas de seguridad terminan bien.
En Bogotá, Ciriaco Rodríguez tenía un pequeño local de
bebidas alcohólicas con el cual se ganaba un dinero suficiente para mantener a
su familia. No le sobraba ni le faltaba nada.
Una mañana descubrió la vidriera rota del local y con
tristeza contempló el local destrozado. La amargura lo llevó a recorrer los
laberintos legales donde radicó una denuncia que nunca iba a prosperar. Con el
esfuerzo y la ayuda de unos amigos y vecinos logró levantarse nuevamente. El
local lucía modesto y su mujer tuvo que salir a trabajar para ayudar con el
ingreso de dinero. Hasta su hija Seña de 15 años se dispuso a ordenar y atender
el local cuando Ciriaco se encontraba fuera u ocupado. En unos meses ya lograba
subsistir como si nada hubiese ocurrido.
Una noche cuando regresaba de la casa de su hermana
Catherine vio como un grupo de jóvenes rompían a piedrazos la vidriera para
alzarse con algunas bebidas. Ciriaco gritó y los jóvenes huyeron. Trató de alcanzarlos
pero su corazón y sus piernas no lo acompañaron. Con un fuerte dolor en el
pecho llegó al local y logró llamar por teléfono a su mujer.
Los médicos le diagnosticaron un infarto. Lo obligaron a
dejar de ir a ver a su equipo favorito de futbol y a alejarse de cualquier
emoción fuerte.
Una vez más reconstruyó el local agotando así sus ahorros.
Una tarde, caminando hacia el local, le pareció reconocer a
los jóvenes ladrones vagando en una esquina y vigilando de lejos el local. Una
mala idea se le hizo presente en su cabeza, colocaría una vistosa botella de
aguardiente en la vidriera con un alto contenido de estricnina, un potente
veneno para ratas. La idea era lograr que los ladrones roben la botella y la
compartan con sus amigos malandras y revienten todos de una sola vez. Ante la
inminente amenaza de robo, le propuso a su mujer viajar unos días a lo de su
familia a cien kilómetros de allí para desligarse de los hechos. Su hija decidió quedarse en lo de su tía
Catherine allí mismo en Bogotá.
Ciriacon y su mujer partieron la tarde del viernes hacia la
casa de los familiares. La sensación de haber tomado una mala decisión crecía
en su cabeza como un arbusto, un mal presentimiento se le hacía presente minuto
a minuto.
El llamado de Catherine el día 26 los sacó de la cama a los Rodríguez.
Su hija había desaparecido y no daban con ella. Volvieron tan pronto pudieron y
dieron alerta a las autoridades que rastrillaron la zona minuciosamente durante
tres días. El matrimonio estaba devastado. Ciriaco no sabía ya a quien recurrir
para encontrar a su hija. Unos amigos de su hija lograron tras mucho esfuerzo
destrabar la clave del Facebook y empezaron a desenredar los últimos paraderos
de Seña. Animado por esta noticia, fue hasta el local de bebidas para avisar
por teléfono a la policía de estas nuevas pistas. Abrió el local justo a tiempo
que sonaba el teléfono. Atendió y era el comisario quien le recomendó que se
tranquilice. Ciriaco intentaba hablarle acerca de los hallazgos en el facebook
cuando reparó en la vidriera y notó que faltaba la botella de aguardiente. La
noticia fue devastadora. Habían encontrado a su hija junto a un joven en un
motel a 10 minutos de allí. Ciriaco tendría que ir a reconocer a su hija. No
escuchó absolutamente nada más, con un ruido seco cayó al piso por última vez
el corpulento hombre de Bogotá.
http://www.diario26.com/pacto-suicida-se-conocieron-por-facebook-y-aparecieron-muertos-211687.html