martes, 2 de diciembre de 2014

Día 19 - Revisación médica periódica (parte III)

Cuando volví a la sala de espera, el número de zombies había disminuido notablemente. Sólo había 10 de ellos desparramados en los bancos de fibra. Busqué un lugar libre para poder esperar un nuevo llamado. A medida que iba bramando como un mugido ocluso, el parlante parecía desarmarse a cada llamado. Empecé a entender casi sin dificultad que nombres pronunciaba, y veía como los zombies sacudían perezosos sus cabezas y se miraban entre sí parasaber a quien le tocaba el turno y sobre todo en qué consultorio. Cuando sonó algo parecido a mi nombre, me aproveché de mi insomnia y me adelanté con algo parecido a un salto y entré al pasillo antes que Igor me trate de tacklear. Avancé en la penumbra hasta la puerta entreabierta. Tenía un número 5 pintado con desgano. Entré y me encontré un aparato antediluviano de sacar radiografías. El técnico apareció de la nada vestido como uno de los ricachones de la película Hostel, esos que torturaban gente. "Saquese rápido la camisa, así podemos hacer la placa lo antes posible. El equipo tiene pérdidas y la radiación es alta." Dijo esto y se metió en una especie de cabina telefónica forrada en plomo. Por un parlante cónico, sonó la voz del técnico. "Apúrese. Cada minuto que pasa acá son dos años de vida menos." Y un agudo silbido cruzó la habitación. Se prendió una luz roja que giraba y la voz dijo "Ponga la pero en la placa frente a usted, apoye el pecho. Pongasé las manos en la cintura y apoye los codos en la placa....¡Rapido!" La posición que  me proponía el técnico era imposible. La placa estaba helada y los codos no los podía apoyar ni por joda. "¡No se mueva!¡No respire!" Terminó de decir esto el técnico, y sobre la placa apareció una cucaracha del tamaño de un control remoto. Se movió rápido hasta ponerse a oler mi pezón. Traté de espantarla soplando. "¡NO SE MUEVA!" Gritó el parlante, y se escuchó un ruido metálico similar a una persiana cerrándose con fuerza. "Respire" dijo el parlante y con un manotazo espanté la cucaracha. Mi corazón estaba por explotar, no sé si por la radiación, por el frío de la placa o la impresión que me dio la cucaracha. "¡Vístase y retírese rápido!¡ La planillita está en el piso!" y por debajo de la puerta de la cabina antirradiación el técnico me pasó la planillita. La agarré con prisa y salí al pasillo corriendo mientras me abrochaba la camisa. Con una taquicardia impresionante y bañado en sudor frío, comprobé que tenía firmado el consultorio 5 (radiología) y misteriosamente tenía firmado el consultorio de oído y vista.
Lo que nunca dejó de ser un misterio, fue el alto grado de casos de empleados con una extraña mancha en el pulmón.