miércoles, 24 de septiembre de 2014

Día 51 - Currículum


Buscar trabajo nunca fue una tarea fácil.

En los años '80 para hacer un currículum, necesitabas una compu, una impresora más o menos decente, una foto carnet y mucha imaginación para que parezca que en tres meses, desde que te recibiste a la fecha de imprimirlo, hiciste un montón de cosas útiles.
Me armé en una vieja commodore 64 una plantilla muy bonita (nada de word ni excel, a pulmón y teclas) y después de 6 días y 23 colgadas de la puta computadora tuve impresas mis tres copias flamantes de currículum.
Las cuidé como oro, ya que no tenía manera de guardar el archivo más que en casete y al que había utilizado para hacer el escrito se lo comió el puto datassete de mi amigo Mauricio que me lo prestó y días después me advirtió de la falla del artefacto.
Compré tres sobres importantes, gruesitos y brillantes. Los escribí con una lapicera Parker que le afané a un primo de plata, y les pegué la foto carnet y el borde del sobre con plasticola, pensando que si veían en una importante empresa un sobre babeado sería descartado de inmediato.
Elegí tres importantes empresas INTEL, IBM y TOYOTA, si había que empezar, sería desde arriba.
Mandé por correo postal las tres cartas, en esa época no había email y la estafeta del barrio no me daba seguridad, así que después de dos colectivos pude mandar las cartas.
Las tres semanas siguientes fueron pura expectativa y adrenalina. Mi cabeza hacía cuentas del dinero que iba a ganar y proyectaba como iba a gastarlo.
Tres semanas después me llegaron tres sobres, de tres empresas distintas, y las tres dirigidas a mí. Que emoción.
Para tranquilizarme, me abrí una cerveza, un poco para festejar y otro poco para bajar un cambio. Puse ante mí los tres sobres y empecé por abrir el menos importante, el de TOYOTA. Había dos papeles. Uno de ellos empezaba con "Estimado Señor...”. Apuré la apertura y me encontré con una gran sorpresa: Alguien llamado igual que yo, me escribía en forma muy cursi solicitando un empleo. Cuando veo la segunda hoja y veo mi foto carnet pegada no puedo evitar mirar los otros dos sobres. Mi inconfundible letra de mierda, rayaba el remitente con el nombre de dos empresas grandes y el destinatario con mi nombre y dirección.
Rompí en mil pedazos los tres currículums y me tomé la cerveza.
Afuera de la pieza mi vieja me preguntaba como me había ido.
¡Cuanto que me costó creer que soy un pelotudo!
Nunca más en mi vida escribí un currículum.