miércoles, 15 de octubre de 2014

Día 39 - La otra obra


Hace un tiempo fui a darle una mano a un amigo con un festival de teatro. Básicamente me encargaba de conseguir o fabricar escenografía, utilería y conectar cables. Se presentaban alrededor de tres elencos por noche y el festival duraba cuatro días. Era mucho trabajo en poco tiempo, pero estábamos felices cada vez que una obra salía bien. Una de las noches, se presentó una obra que se llamaba "Alto apocalipsis" que trataba con humor la llegada del fin del mundo y al protagonista lo agarraba encerrado en el baño de un shopping. Hicimos la escenografía de un minúsculo cubículo de baño con portarrollos de papel, perchero, inodoro, etc. Un trabajo maestro. Durante la obra, el protagonista habla con diversas personas desde su celular ya que es su única manera de despedirse de los que quiere ante la inminente muerte global. Comenzó la obra y atrás de la escenografía estábamos con José, otro técnico, sosteniendo la estructura del cubículo ya que en algún momento el protagonista iba a empezar a tratar de derribar los tabiques y teníamos que sostener todo para que no se venga abajo. De pronto entró una misteriosa mujer que se sentó unos metros atrás en una mesa con una linternita de vincha y un texto en la mano. Llamaba la atención que alguien haya elegido ese punto oscuro para ponerse a repasar la letra, pensamos creyendo que se trataba de una actriz de la obra que venía después de "Alto apocalipsis". La obra se desarrollaba normalmente hasta que escuchamos una charla que el protagonista tiene por teléfono con un amigo que supuestamente lo engaña con su mujer. Sentimos un murmullo y miramos hacia el lado de la mujer sombría y confirmamos la sospecha, ella estaba hablando con el protagonista con su celular. Era increíble, el tipo no estaba actuando, estaba conversando en forma real con la directora, que por otra parte nos enteramos que era su madre, recreando todos los diálogos. También nos enteramos en ese momento, que el actor tenía mala memoria y no pudo retener gran parte del texto. Mientras sosteníamos la escenografía (no sabíamos bien cuando iba a empezar la hecatombe) nos mirábamos con cara de "no puede ser". Era todo tan surrealista y hasta gracioso, hasta que pasó lo que pasó, la extraña dama se acercó con su linternita y mirándonos con pánico nos dijo "me quedé sin crédito ¿qué hago?". Nos miramos con José mientras el protagonista le gritaba a su celular "¡contestame boludo! ¡No me dejés con la palabra en la boca!" y la gente se reía mucho. Le dimos nuestros celulares a la madre/directora y no pudo comunicarse con su hijo/actor porque tenía bloqueados a todos lo usuarios menos a su mamá. Ya con José nos mirábamos mal, no entendíamos cómo se puede presentar alguien en un festival con la obra tan verde. La madre/directora se acercó al hueco que hicimos para poner la falsa cañería del inodoro y por ese agujero le soplaba la letra al hijo/actor. Era increíble, José soltó la estructura y me dijo con señas "me voy a la mierda, dejá que estos irresponsables se arreglen como puedan". Lo convencí de quedarnos un rato más, que ya terminaba, que piense en el festival. Y así nos quedamos hasta el apagón final que nos fuimos a la calle a fumar un pucho. Desde allí se escuchaban los mal merecidos aplausos de la multitud de pie. Salió uno de los sonidistas y nos llamó, nos dijo "¡Che, entren que Cesar (el hijo/actor) quiere decir unas palabras!". Allá fuimos con José, entramos en la sala justo cuando César, el hijo/actor decía: "Quiero agradecer a Hugo por haberme hecho parte de este sueño que es este maravilloso festival, a los chicos del sonido que hicieron posible esta obra y por sobre todo, quiero agradecer a mi madre, que también es la directora de esta obra y que es mi vida y mi red que nunca nunca me dejó ni me dejará caer. ¡Mamá, te quiero mucho!" y la gente aplaudió más que nunca mientras desde lo oscuro venía la madre/directora con la linternita en la frente y llorando emocionada mientras abría sus brazos para recibir al desmemoriado retoño. José y yo puteamos al sonidista por hacernos tirar al pedo los dos últimos marlboro nacionales que nos quedaban.

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