jueves, 4 de diciembre de 2014

Día 18 - Revisación médica periódica (final)

Ya estaba de nuevo en la sala de espera con mi planillita arrugadisima y con manchas de diversos tonos ocre. Débil y con hambre, opté por sacarle la birome y los bizcochos a un zombie que yacía en la puerta de entrada. Tenía el aspecto de estar tirado hacía días por el aspecto de los bizcochos que tenían reservas de penicilina para un año o más. Me estaba acercando cuando de repente un rayo de luz iluminó la planillita del desdichado y comprobé con sorpresa que estaba casi completa. Me improvisé con unos bajalenguas que le afané a Igor que los usaba para sacarle dulce de leche a las facturas. Aprovechando la pegajosidad, y con mucha paciencia, logré sacar muy muy despacito la ansiada planillita. Cuando la tuve en mis manos vi que solo le faltaba el casillero 8. Mi corazón debilitado por la radiación parecía que iba a partirse en cualquier momento. Cuando estaba al borde del infarto, tronó el parlante sobresaltándome. Algo incomprensible sonó parecido a mi apellido seguido de una tuberculosa catarata de palabras mal articuladas. Antes que el moribundo despierte, me escurrí al ritmo de los "Permisos" que iba recitando como un apócrifo padrenuestro. Gané la puerta e Igor me miró desconfiando. Oculté los bajalenguas en las mangas con repulsión por los restos de dulce de leche pegado. "¿Qué le falta?" gruñó seco Igor. Miré la planillita que Igor me arrancó de un tirón. El grotesco rostro de Igor se deformó hasta lo imposible. Arqueó ambas cejas como como dos corchetes borroneados con alcohol. Sos ojos estaban literalmente desorbitados y surcados de gruesas trazas rojas. Me miró temblando y me dejó la planillita en la mesita de  recepción. Con el dedo índice señaló un consultorio que parecía haber estado cerrado por siempre. La puerta tenía un 8 acostado como si fuera un infinito. Algo no estaba bien. "¿Qué le pasa?" le pregunté a Igor que se ponía verde a cada minuto. "Nunca nadie llegó al consultorio 8" murmuró Igor, Por primera vez vi gestos humanos en su cara. "Vaya" insistió...y tiró sal gruesa adonde yo había estado parado.
Fui hasta la puerta y cuando estaba por golpear se abrió lento con un chirrido de madera vieja, como en los sótanos de las películas de terror. Una luz desde el fondo me cegó. La silueta de algo parecido a un ser humando de dimensiones anormales, se recortaba con dificultad. "¡Bájese los pantalones y los calzoncillos! ¡Y deje la planillita en el piso!" bramó algo desde el fondo de la habitación. Mientras me sacaba la ropa, se escuchó que el doctor abrió un cajón ruidosamente y se sintió un ruido a látex reseco. Se acercó lentamente fumando un destartalado cigarro armado. "¡Mire al costado!" mugió, y me puso un dedo en la ingle. Tuve por momentos la sensación que me iba a colgar como un pedazo de carne. "¡Tuesa!" ordenó el galeno. Mi cabeza procesó la palabra y al segundo le ordenó al cuerpo ponerse en posición de carcajada."¡Tuesa!¿Es sordo o pelotudo?" insistió. El cuerpo me convulsionaba en silencio y las risas se manifestaban como un ataque epiléptico. "¡¡¡TUESA!!! remató el doctor mientras me  levantó en el aire literalmente. No pude más. Estallé en risas, explícitas, fuertes, y finalmente una ráfaga de toses y flatos. El doctor me soltó y con asco tachó el cuadrito vacío de la planillita y la hizo un bollo.
"¡Vaya! ¡Así no se puede hacer ningúna revisación!" y diciendo esto último, sacó un encendedor de bencina y prendió fuego la planillita. Desde el piso, desnudo, dolorido y sin aire, me subí como pude los pantalones y los calzoncillos. Me arrastré hasta la salida que daba a la sala de espera y aprovechando el estado catatónico de Igor, taché todos los controles dándome por aprobado. Rengueando me estaba yendo cuando el zombie al que le robé la planillita me cortó el paso poniéndose en la puerta. "Cagué" pensé, se avivó que le robé. Me miró tres largos minutos y gruñó "¿Qué día es hoy?". "¿Cómo?" contesté. Me agarró del cuello de la camisa y repitió "¿Qué día es hoy?". "¡Martes!" me apuré, "¡Martes 18 de junio!". Me mostró mi planillita, me miró a los ojos y resoplando me dijo "¡No termino más esta revisación de mierda! Gracias pibe." y se acostó en el piso de nuevo.
Lo salté y me fui para no volver nunca más a revisarme allí.

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