Se resistía a seguir a los demás.
Era la primera vez que pasaba. No era un día como todos.
Significaba que algo no andaba bien.
Vanos fueron los esfuerzos para encausar al rebelde.
Intentamos todo, arremeter por la fuerza, dosificar el suministro de agua,
tentarlo a unirse a nosotros pero seguía firme en su capricho de quedarse justo
donde estaba. Los tiempos ya estaban al borde de lo tolerable, la paciencia
tiene un límite y esta situación no podría estirarse por más tiempo, el resto
de la comunidad comenzaría con preguntas incómodas y las explicaciones nunca
alcanzarían. Todo se tornaba inquietante. Aunque era pequeño resistía como un
valiente dándonos a todos una lección de voluntad y perseverancia. Ausentes de
recursos y a punto de desistir de nuestra titánica empresa, llegó a nosotros la
solución en la voz de mi primo Nahuel: "¡Boludo, cuando tirés la cadena la
próxima vez, largale mas o menos 30 centímetros de papel higiénico y vas a ver
que se lleva a ese confite de mierda!"
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