lunes, 23 de julio de 2018

Contrainvasiones


Después de una vida de territorios ocupados, los pequeños colonos de distintos continentes comenzaron a desatar los ovillos de la historia.
Los del continente negro, a diferencia de sus conquistadores, armaron pequeños atados de ropa y nylon, un puñado de comida suficiente para la mitad de la travesía anulando la posibilidad del regreso. Con este modesto equipo se subieron a las partes inaccesibles de las enormes embarcaciones que organizaban cacerías y paseos por el patio trasero del viejo mundo.
En otro continente, los amarillos juntaron un poco de dinero y mucha disciplina, los elementos más peligrosos a la hora de armar una invasión. El territorio no bastaba y el gobierno amarillo regaló a sus habitantes como esclavos 4.0. El trato era simple, trabajarían a destajo sin protesto a cambio de nada. ¿Qué gobierno no aceptaría un paquete premium de esclavos libres de impuestos y de todo prejuicio?
Los del norte, cerraron las fronteras y colocaron los fuegos artificiales del lado de adentro. Los mojados miraban por la puerta de servicio como todo era oportunidad y alegría. Todos juntos no podrían pasar, y así fue que el engranaje que movía la rueda de la fortuna necesitó mantenimiento. Nadie sabía como hacerlo. Y uno de los mojados levantó la mano. Lo dejaron pasar momentáneamente para aceitar la rueda y se las ingenió para generar una gotera necesaria que los del norte miraron con amarga simpatía.
Los poderosos dejaron entrar a la servidumbre a su casa.
Tiempo atrás la iban a arrancar como hierba fresca a golpes, y la traían encadenada a la civilización.
Hoy no hace falta, vienen solos pensaron. Es una victoria, es un cambio que los poderosos festejaron.
Hace unos días empezaron a abrir los ojos.
No les molestaba que un esclavo voluntario limpie la casa ni que otros esclavos pongan en su mesa los alimentos a muy bajo precio con fechas de caducidad dudosas. Sí les molestó que los esclavos del país negro alzaron una copa que les pertenecía, y peor aún, les usaban los apellidos.
La contrainvasión empezó.
Era inevitable.

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