domingo, 24 de agosto de 2014

Día 64 - ¡Caiga Molina, caiga...!

Hacer teatro en los pueblos, era muy común en los tiempos donde la televisión y el cine no existían, y la radio era un patrimonio de las altas clases sociales. Por lo general se hacían obras costumbristas y que el público pueda disfrutar. Mas bien eran comedias de enredos o grandes dramones como Juan Moreira, El León de Francia u Hormiga Negra. Los elencos se movilizaban lentamente en carretas por los desolados caminos de la patria.
Cuentan que en Ramallo, desembarcó una compañía rodante presentando justamente Juan Moreira, con tan mala suerte que el protagonista tuvo que bajarse del elenco porque su padre estaba en las últimas y se volvió a su pueblo natal, Los Quirquinchos. Ya en Ramallo, la función debía continuar, así que mientras armaban la improvisada tarima con tirantes y cajones de bebida, el director/apuntador comentó el percance del actor principal, y si querían ver la obra alguien debería presentarse para hacer de Moreira. Los paisanos empezaron a mirarse los unos a los otros, hasta que las miradas recayeron en Molina, un hombre de unos 42 años y con pocos jugadores en la cancha. Molina, obviamente le costó entender el ofrecimiento, pero los malintencionados muchachones de Ramallo lo alentaron tanto que pudo más el orgullo de dejar el anonimato que la vergüenza y el papelón.
Así que la compañía volvía a estar completa. Le explicaron a Molina, que la obra , por esta vez, iba a ser relatada por uno de los asistentes al modo de un radioteatro pero actuado, por lo tanto ningún actor diría una palabra, sólo le pondrían cuerpo a la escena. Así fue que maquillaron y vistieron a Molina en la medida que él se dejaba, no le gustaba que lo tocaran los extraños y para que afloje en su nerviosismo, le dieron un vaso de caña Legui. Más distendidos, los actores, el apuntador los asistentes y Molina salieron al ruedo. Grande fue la sorpresa cuando vieron que todo el pueblo se había convocado para ver la obra. Nunca habían tenido tanta concurrencia, así que los actores decidieron lucirse. Comenzó la obra y cuando salió Molina al tablado, estalló una multitud de aplausos, era una verdadera fiesta. Transcurrió la hora de obra que iba decayendo en interés hasta que Moreira (Molina) se enfrentó con el ejército que venía a matarlo. Dura fue la batalla con los improvisados cuchillos de madera. La voz del relator puso un énfasis tan contagioso, que el pueblo se puso de pie. A Molina le quedaba un solo enemigo en pie, Chirino. La multitud comenzó de a poco a vitorear a Molina con pequeños cánticos y "ooooleeee" cada vez que esquivaba una puñalada que buscaba ponerle fin a Moreira y a la obra.
El actor que personificaba a Chirino hacía esfuerzos inútiles por derrotar a Moreira ya que la coreografía finamente diseñada había concluido y sólo le quedaba improvisar hasta poder colar una certera puñalada. El relator insistía "¡Y una puñalada certera alcanzó por fin a Moreira!" pero los hechos narraban otra historia. La multitud ya estaba enardecida, y molina estaba dispuesto a seguir hasta el final. El apuntador insitía "¡Caiga Molina, Caiga!"  y lo único que lograba era animar más el combate. "¡Vamos Molina viejo nomás! ¡Vamos Ramallo carajo!" le gritaban los paisanos . Transpirado el relator, no tenía más texto para remar la situación, hasta que milagrosamente Molina, retrocedió hasta un cortinado desde donde un tramoyista que se encargaba de los efectos de sonido, le pegó con un palo en la cabeza, y por fin Molina cayó. Una multitud de pie aplaudió la obra. Todos quisieron saludar al elenco, pero sobre todo a Molina, que había dejado el alma en la escena. El director lo excusó y dijo que se encontraba muy cansado por el esfuerzo y que estaba saliendo del personaje, que por favor dejen a Molina un rato que vuelva en sí. Ya entrada la noche, cuando no quedaba nadie en el improvisado teatro, la compañia levantó vuelo y se llevaron a Molina a quien creían muerto y lo tiraron en Paraiso, un pueblo cercano a Ramallo.
El fresco de la mañana reavivó a Molina, que aún se encontraba vestido de Moreira. Confundido por el golpe, y falto de memoria,comenzó  a vagar por los campos hablando con un extraño acento de gaucho renegado. Dicen las malas lenguas que anda contando de pueblo en pueblo, la vez que casi derrota a Chirino.
En Ramallo, aún están convencidos que Molina se fue de gira con la compañía cosechando éxitos por el mundo.

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