domingo, 26 de junio de 2016

Del mundo industrial.

 En una conocida papelera se estaban discutiendo los salarios de convenio y los corrimientos de categoría para los ascensos del personal contratado. Los directivos de la empresa, se mantuvieron firmes en su decisión de no aumentar un solo centavo en los sueldos básicos, puesto que la producción había caído en un 25% respecto del mismo período en el anterior año. La demanda del mercado interno se abastecía desde hace unos años con un papel de origen chino, de dudosa calidad pero con excelentes precios y amenazaba con inundar los mercados. La alza paulatina de los costos de los insumos y la suba de los precios de la comida y el combustible hacía imposible vivir del sueldo de un obrero.
El sindicato amenazó con una huelga por tiempo indeterminado, pero la respuesta del directorio no se hizo esperar. Un paro en estos tiempos, sólo beneficia a la papelera. No hace falta tanta producción hasta tanto no se sepa como se iba a dar el mercado en el mes en curso y la huelga solo justificaría algunos despidos y suspensiones que ya estaban en los planes de los empresarios.
Los sindicalistas estaban entre la necesidad del obrero y la mezquindad de empresario, literalmente entre la espada y la pared. Desesperados por la situación, los delegados tenían reuniones constantes, los ánimos destrozados y la pared del callejon sin salida cada vez más cerca.
Ya sin control, el delegado de mantenimiento se acercó a la máquina bobinadora de papel a plena marcha. Miró como el papel fluía hacia los rodillos de bobinado final y luego a los entubadores que finalmente empaquetarían el papel higiénico listo para su despacho. Un pensamiento loco atravesó su cabeza, si se tirara a la máquina, quedaría como un símbolo de lucha para sus compañeros y una marca roja en la empresa explotadora de obreros. Sería pasar a la inmortalidad a costa de su vida, qué más daba, si ya estaba todo perdido. Pero pudo más la bronca y agarró una barreta de hierro y la arrojó a la maquinaria que se la tragó y con un grave estruendo la destrozó marcando para siempre los rodillos de bobinado. El ruido atrajo a los empresarios y a los delegados que no terminaban de entender la situación. SE llevaron al delegado de mantenimiento para apercibirlo por dañar la instalación en forma definitiva y probablemente se produzca la baja de la bobinadora y posterior cierre de la papelera ya que si bien los mecanismos funcionaban, el papel salía marcado cada 60 cm haciendo que el mismo se cortaba al menor tirón.
El cierre era inminente, hasta que el departamento de marketing inició una feroz campaña publicitaria. El papel fue un éxito y la empresa se recompuso inundando el mercado con su último producto: Scott Smart Cut.
Obviamente, los salarios no se movieron y al delegado de mantenimiento lo suspendieron por 90 días.
Este es el comercial que aún circula entre nosotros.



 Scott smart cut




2 comentarios:

  1. Impecable! Muy bueno! Abrazos Toti querido!

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    1. Eh don Nano!!! creo que estoy sobrevalorado pero le agradezco el comentario de corazon! gracias por la visita! que lindo se armó el fogon de martes...

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