martes, 25 de abril de 2017

Absurdo amor

El destino en una ciudad chica es muy predecible. Mi corazón murió, de alguna manera maté a la persona que amaba y sin embargo es ella la que no me deja morir.
Vamos a ver si ordenamos un poco los tantos para que se entienda.
Conocí a Marité una tarde y sin entrar en mucho detalle el amor fue a primera vista. Desde entonces y por cinco años no nos pudimos despegar. Viajamos, proyectamos, nos amamos en todo sentido, experimentamos lo que nos vino a la mente, todo lo que se le pueda ocurrir a una pareja.
Un día cualquiera su mirada cambió, había algo que Marité no terminaba de plantearme y había algo que yo no terminaba de adivinar. La relación se puso tibia y las miradas se desencontraron de a ratos. Pudimos echarle la culpa a la rutina, al tiempo vivido, al normal desgaste de todo lo que pasa en esta vida pero preferí una respuesta ardiente antes que una muerte tibia. La respuesta no se hizo esperar: Marité quería ser madre. Fue el único tema y lo juro que medió entre nosotros con una fuerza tal que produjo el lejano final de los tiempos felices. Le aclaré que no estaba en mis planes, que solos estábamos bien, que no sabría que hacer, mis miedos, mis ansiedades, todo….No parecía escuchar. Por fin me miró directo a los ojos , como nunca antes me había mirado y me dijo: “Estoy embarazada. Ya sabía que vos no tenías ganas, pero mi reloj biológico no puede esperar, así que le dije a Metegol que necesitaba ayuda con ello”
“¿A Metegol? ¿Como mierda te puede ayudar ese adefesio?..¡Nooo! ¿No me digas que estás embarazada de Metegol? ¡Sos una hija de mil putas!” le grité por primera y única vez en mi vida.
Aclaración: Metegol es un travesti que es medio primo de ella y hace el mantenimiento de los juegos en el parque de diversiones Pinocho. Su nombre es Aurelio pero le dicen Metegol por su habilidad en ese juego.
Marité empezó a llorar mucho y yo me mantuve firme junto a la puerta de calle esperando que se fuera. La estaba esperando Metegol en la moto. Marité me rogó una y mil veces que volvamos a ser como antes, que si quería se sacaba a la criatura de adentro, que abortaba o lo que fuese para volver a ser felices. Mi silencio fue toda la respuesta que tuvo.
Cuando se alejaron, mi cabeza empezó a rebobinar a alta velocidad, y empecé a ver las señales, y entendí cuando pudo haber pasado y el pecho empezó a prenderse fuego por dentro y la garganta se me cerró. Como pude agarré el celular y alcancé a dejarle un mensaje en el contestador antes del infarto.
Diez días después, estaba conectado a una máquina que me ayudaba a respirar. Estaba internado y nunca supe como llegué hasta allí. Los médicos me miraban y se decían cosas entre ellos y me levantaban el pulgar. Una tarde me sacaron todo lo que me ayudaba a vivir y pude respirar solo. Me costaba ubicarme en tiempo y espacio.
“Por fin se despertó. Me presento, soy el doctor Grimaldi y usted amigo tuvo un severo infarto. Su corazón no resistió y lo encontraron muerto en su casa. Por suerte pudimos conectarlo a una compleja máquina que lo mantuvo vivo un tiempo. Y tuvo suerte amigo. Encontramos un donante compatible y la cirugía fue un éxito. Lo dejo descansar, en breve podrá irse a casa” me dijo el médico como si fuera un comercial de una aseguradora.
Una vez que volví a casa, me puse a limpiar un poco todo. No encontré por ningún lado el celular. En eso estaba cuando golpearon la puerta. Era Metegol, venía con un par de muletas.
“Pasá” le dije...Se sentó y me dijo sin muchas vueltas “Mirá boludo, con todo respeto te voy a hablar dada tu situación. Vos no tenías derecho a hablarle así a mi prima, le dijiste cosas horribles y la hiciste mierda. El hijo que esperaba era tuyo y la ayuda que le di yo fue ponerle el hombro y la oreja porque no sabía como decírtelo. ¿Entendés?”
“Bueno, ya sé, me fui al carajo mal. Pero traté de llamarla y pedirle disculpas que se yo, pero me pasó lo que me pasó. La voy a llamar y veo com...” no terminé la frase. Metegol me acostó de una trompada. Parado como poseído empezó a gritar “¡¡Está muerta pelotudo!! Cuando le sonó el puto celular y vio que eras vos se le cayó a la calle y por agarrarlo se cayó de la moto y se mató. Y NUNCA vas a poder decirle nada porque ella está en el cielo y vos vas a ir directo al infierno.” Y dando un sonoro portazo se fue para siempre, no lo vi nunca más.
Fue tremendo lo que vino después.
En las ciudades chicas el destino es muy predecible. Un conocido me dijo que si estoy vivo es porque un donante de último momento apareció en la clínica. Que el donante había sufrido un accidente por aquellos días. Que en las ciudades chicas las muertes por accidente no son muy frecuentes. No quise saber más.
Presiento quien fue la donante.
No estoy 100% seguro pero si no me quito la vida, es porque creo que mataría a Marité otra vez.
El resto de mi ser murió con el portazo de Metegol

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